Ignacio Trejo Fuentes

En El amarre, su novela más reciente, Margarita Peña confirma su capacidad narrativa mediante un largo viaje de Miranda, la protagonista, por el mundo y sobre todo al interior de sí misma. Abogada, vive ensimismada y casi perdida en una población del sureste mexicano, donde la sorprende la muerte de su pareja, lo que la hunde más en la soledad que, incluso, parece buscar con firmeza. Hasta que aparece un fuereño, con quien habría de iniciar el largo periplo que habría de culminar en tragedia.

No voy a vender el argumento, pero es necesario señalar que Miranda recurre a un hechizo, a un “amarre”, para que el tipo aquél no se vaya de su lado; y sí, el artilugio funciona, sólo que al parecer la más “amarrada” es la propia Miranda. Con Alonso va a Brasil, luego a Inglaterra, a Italia y a varios países más; el es prestigiado arquitecto, y va a esas regiones para dar cursos y conferencias, o para participar en proyectos de su especialidad. Lleva a Miranda como “asistente” o como secretaria, raras veces como su pareja, como su amante, aunque las relaciones entre ambos no pasan de largo ante sus conocidos o socios.

En las largas estancias en cada país, Alonso da rienda suelta a su “donjuanismo”, y ella, en consecuencia, mantiene affaires con lugareños. Los encuentros con su auténtica pareja sufren cuarteaduras, van de lo apoteósico a lo gélido, y entonces ella revisa las pócimas, para reforzar el sometimiento de aquél. Insisto que el final de esta historia es catastrófico.

Técnicamente, El amarre está muy bien armada. La autora sabe bastante de eso y lo demuestra. Hay, por ejemplo, alternancia de voces narrativas (tercera y primera personas), cambios audaces en el tiempo y en el espacio, y sobre todo abundancia de reflexiones e ideas que empatan con la profusión de acciones narrativas: la obra es un largo viaje, y por eso arroja multitud de subhistorias y de personajes; pero Margarita Peña y sus personajes salen incólumes, y con ganancias.

Margarita había dado pruebas de su talento narrativo en libros anteriores (nada que ver con su trabajo crítico, académico), mas en el libro que reseño se descubre en plenitud: la obra contiene mucha acción, pero muy bien controlada, al grado de que los lectores casi no nos damos cuenta de las transiciones: vamos de un lado a otro, de una situación a una distinta sin que seamos perturbados, cosa difícil de lograr.

Por si lo dicho hasta aquí no ilustrara el poder y la calidad de El amarre, debe agregarse que es una novela erótica por excelencia. Y culta, muy culta: abunda en referencias artísticas, y quizás eso sea el punto débil de la obra: ¿cómo una mujer provinciana y tan joven, que estudió cosas ajenas al arte, puede saber tanto de tantas cosas? Pero bueno, ése es el arte de la novela: hacer posible lo que no lo parece. En fin, el nuevo trabajo de Margarita se lee con absoluto placer.

Margarita Peña, El amarre. Dirección de Literatura (Textos de Difusión Cultural), UNAM, México, 2011; 289 pp.