El verdadero peligro en 2012
Guillermo García Oropeza
Mucho se ha hablado en estos tiempos confusos sobre el peligro de que el narco pudiera intervenir en el proceso electoral, lo que daría a Calderón la gran excusa para cancelar las elecciones y quedarse indefinidamente en el poder o al menos hasta que gane su guerra y elimine el crimen organizado del territorio nacional, aunque eso cueste unos cuantos muertitos más. Un escenario éste que no por fantástico resulta menos aterrador y escenario que cada vez más se menciona en este país en el que, sabemos, todo puede suceder por más irracional que sea.
Después de todo, las tardías denuncias de Cocoa Calderón sobre lo que supuestamente pasó en Michoacán van claramente en ese sentido, pese a que ya se haya concedido al candidato del PRI la victoria en el estado natal del señor presidente, triunfo no sólo sobre la apoyadísima Cocoa sino también sobre un PRD que por tanto tiempo había gobernado ese estado tan hermoso y tan maltratado.
Y entre los signos que alimentan la paranoia y alarma sobre el denunciado peligro de la intervención del narco en las elecciones del 2012 está un temible vocero de la extrema derecha nacional que es el inefable cardenal de Guadalajara, don Juan Sandoval e Iñiguez, quien Urbi et Orbi se sumó a las voces que claman sobre esa supuesta conspiración del narco todopoderoso y ubicuo.
Y aunque Sandoval ya tiene nombrado sucesor, un pastor que esperamos sea más prudente y no esté, como Sandoval, denunciando, aunque esto parezca de risa loca, que existe una “persecución” contra la pobre Iglesia católica justo cuando esta Iglesia nunca había sido más poderosa que desde los tiempos, pienso, del emperador Maximiliano.
Y aunque no negamos que el narco pueda tener influencia en algunas regiones específicas, lo que de ninguna manera justificaría anular los comicios nacionales, lo que por otra parte sí nos alarma mucho es que esa Iglesia beligerante y ensoberbecida de los sandovales o los norbertos sí viniera a querer inmiscuirse en el proceso electoral para perpetuar la presencia de su brazo político, el PAN, en la conducción política del país.
No en otro sentido van los reclamos para obtener lo que ellos llaman “la libertad religiosa”, que aseguraría la abierta participación del clero en la política incluyendo el acceso a los puestos de elección popular y a mantener “conquistas” como el culto público y el crecimiento de la presencia clerical en los medios. Y es que, y así se ha repetido en muchas ocasiones, la Iglesia romana teme la presencia de otras ofertas religiosas en el país así como el inevitable crecimiento del liberalismo que ha traído la modernidad. Y es que de Ratzinger para abajo, a la Iglesia no le gusta que ya no estemos en la Edad Media, cuando esa iglesia era el mayor poder en el mundo occidental, o en términos mexicanos, en tiempos de la Colonia y la Santa Inquisición.
Allá cuando había obispos virreyes…
