Le quitan la toga y lo echan de la Audiencia Nacional por 11 años

Regino Díaz Redondo

 

Reconozco el inmenso poder que tienen en España las

fuerzas reaccionarias.

Stephane Hessel (Indignaos)

 

Madrid.- Por utilizar métodos “de regímenes totalitarios”, el juez Baltasar Garzón fue condenado a 11 años de inhabilitación, le quitan la toga, lo echan de la Audiencia Nacional y con cinismo lo acusan de grabar las conversaciones en las celdas de los presos por la corrupta trama Gürtel.

Acaban de un plumazo con su carrera al servicio de la verdad.

Los siete jurisconsultos del Tribunal Supremo no tomaron en cuenta, o más bien no les convino hacerlo, que los micrófonos se pusieron allí para evitar las fechorías de ladrones y sospechosos de remitir sus fortunas a paraísos fiscales. Este insólito acontecimiento llega, casualmente, dos meses después de que la derecha española haya formado gobierno.

Sentar precedente

El jurista apelará ante el Tribunal Constitucional y, de ser necesario, al de Estrasburgo. Aquél sólo podrá pedir que se repita el juicio, en el mejor de los casos. No puede por ley anularlo.

Más vale que el entusiasmo que despertó tal condena en los sectores radicales disminuya porque don Baltasar, firme en sus convicciones, dará la batalla.

Quieren acabar con la brillante carrera del hombre que mandó a prisión a etarras, castigó a los paramilitares que ejecutaban a vascos separatistas, consiguió la aprehensión de Luis Roldán, jefe de la policía corrupta. También desenmascaró al argentino Jorge Rafael Videla, encarceló al chileno Augusto  Pinochet y exhibió los turbios negocios del italiano Silvio Berlusconi.

Buscan sentar un precedente. El segundo juicio por el que está imputado es por “investigar los crímenes del franquismo” y ya quedó visto para sentencia. Imagínese cómo saldrá el dictamen de los distinguidos e independientes magistrados que llevan el juicio.

Los principales diarios del mundo: The New York Times, The Guardian, The Wall Street Journal y decenas de ONG, entre ellas la Comisión Internacional de Defensa de Derechos Humanos se ocupan del asunto.

Con matices, coinciden en que la primera sentencia fue indebida y basada en juicios políticos premeditados que atraen dudas sobre el funcionamiento de la judicatura española.

Si así es, resulta aberrante y peligroso,  porque aumentará la indignación de millones de europeos en el lumbral de la pobreza, maniatados por el dúo franco-alemán.

El gobierno conservador de Mariano Rajoy afirma: “Respetamos las decisiones del poder judicial porque es un órgano autónomo”; el líder de la oposición ¾¿oposición?¾, Alfredo Pérez Rubalcaba, descubrió el Mar Negro; “estoy preocupado”, dice con énfasis, y desaparece.

Por su parte, los grupos de izquierda arremeten contra el macroliberalismo que “nos mantiene aherrojados”. En las calles madrileñas, en las capitales de provincias, pueblos y aldeas, se cuestiona la imparcialidad del tribunal de mayoría conservadora.

Sin remedio

Los nombres de los jueces que pasarán a la ya negra historia son Joaquín Giménez, Miguel Colmenero, Andrés Martínez Arrieta, José Ramón Verdugo, Luciano Varela, Manuel Marchena y Francisco Monterde, conspicuos ejemplos de una justicia podrida.

No tenemos remedio. España, 36 años después de mal usar el término democracia, no se adapta a ella. Las colas negras de los nostálgicos se agradan; se refocilan las multinacionales, nos detestan los países “serios” y somos la comidilla anecdótica de las tertulias del Eurogrupo.

Peor no podemos estar. Más bien, sí, nos falta ir de rodillas a La Almudena, besar la mano del rey y erigir un nuevo mausoleo para los héroes nazi-fascistas. Se avecinan los homenajes a los que cometieron crímenes de lesa humanidad. Se rendirá tributo a los ejecutores de fusilamientos ilegales, asesinatos impunes, jefes posfalangistas y demás ralea.

La sociedad irreductible al cambio teme perder protagonismo aunque ya se precipita al vacío sin una red salvadora.

Mis propuestas

Sin embargo, y en vista de las circunstancias, propongo la creación de un órgano gubernamental que patrocine y ejecute lo siguiente:

Que se beatifique de inmediato a los jueces del Tribunal Superior que pusieron a Garzón en su sitio porque no se vale investigar los crímenes del franquismo. Ahora mismo debe aprobarse en el Congreso una misa de honor en la tumba del Caudillo presidida por los más distinguidos miembros de la Conferencia Episcopal. Hay que declarar dos semanas de luto, poner la bandera a media asta y que los 40 años de la dictadura sean borrados de los libros de texto; que no aparezcan en obras literarias, ni se autoricen mítines de protesta.

De inmediato, debe enviarse una reprimenda a los magistrados del juicio de Nuremberg y edificar estatuas a Salazar, Hitler y Mussolini.

Los restos de dichos respetables hombres de Estado deben trasladarse al Valle de los Caídos para que, junto con Franco, reposen en espera de ser santificados.

La condena a Garzón tiene que ser un ejemplo para aquéllos que defienden el Estado de derecho actual.

Urgir a que se escriban libros contra los ocho millones de judíos, criaturas menores, por intentar desmentir que haya una raza superior.

Las condenas verbales deben comenzar contra el infiel Einstein.

Loor al Generalísimo; el Holocausto será borrado de los diccionarios y encarcelados quienes sean los responsables de remover un pasado tan luminoso.

En los confortables aposentos de los guetos, campos de concentración y cámaras de gases, se levantarán monolitos a los valerosos hombres del Eje porque deben ser reivindicados como una muestra fuerte y sólida de nuestra salud mental.

Ha llegado el tiempo de que la judicatura española se apuntale porque aún falta mucho por hacer. Es preciso, imprescindible, reinstaurar la Santa Inquisición para acabar con los infieles, los apóstatas y los enemigos de Dios.

Las ejecuciones a garrote vil deben ser el soporte de nuestra involuta democracia y hay que agradecer a Gran Bretaña y a Francia su entereza por haberse mostrado respetuosos del principio de no intervención y aislar a la Segunda República Española.

La justicia  ha de buscar con minuciosidad a los pocos rojos que aún quedan.

Con la cara al sol, aunque nieve, abrir el camino para recompensar a las víctimas del Frente Popular, cuyo gobierno cometió el error de dar voz a los que no la merecen, casa a los vagos y libertad a los esclavos.

No hay marcha atrás, los hombres de buena voluntad dictarán, ordenarán y mandarán porque están preparados, son compasivos y responsables. Los desempleados sólo quieren vivir del erario.

Los indignados de Europa, de Estados Unidos y de América Latina no tienen perdón ni razón.

Ellos se buscaron la penitencia; se enfrentaron a un Estado de derecho que hay que preservar.

Con el brazo derecho arriba, los dedos juntos y orgullosos, inclinémonos al paso de las imágenes de Milán del Bosch y Tejero que estuvieron a punto de restablecer el orden.

El juez Garzón será, por órdenes superiores, el Anticristo, y su mal ejemplo no volverá a repetirse.

Las fábricas de armas aumentarán su producción para usarlas contra los enemigos del progreso y las tecnologías de destrucción masiva servirán para enderezar los entuertos cometidos por la savia de la libertad.

No nos olvidemos de los moros que apoyaron con actos heroicos a la tropa nacional socialista para rescatar a España de ideologías exóticas. Hay que rendir culto a sus descendientes, fortalecer al rey de Marruecos Mohamed VI, acabar con la Primavera Arabe que no es más que una epidemia infantil.

La irreprochable  figura de Manuel Fraga Iribarne debe recibir el respaldo que le corresponde porque fue un defensor de la libertad y de la buena conciencia. Un luchador por la paz.

A los sacerdotes que no estén de acuerdo, fuera. A ellos, el repudio, el castigo y latigazos a granel. Al sindicato vertical Manos Libres un tributo por su glorioso quehacer.

Que España se llene de suásticas y que los mártires de la División Azul sean el espejo en donde han de mirarse los héroes de la patria.

En fin, que Europa recupere con fervor las prácticas de sus hazañas entre los años 39 y 75 del siglo pasado.

¡Que viva España, una, grande y libre! (Falange dixi)