Más recortes en educación, sanidad y abaratar el despido
Regino Díaz Redondo
Madrid.- A partir de los análisis globoeconómicos, este es el panorama para las naciones más importantes de Europa:
Alemania crecerá un 0.3% en 2012 y un 1.05% en 2013, Francia hará lo mismo en un porcentaje parecido; la eurozona perderá el 0.5 % este año y España e Italia reducirán su producto interno bruto en 1.7% y el 0.3%, respectivamente. Italia retrocederá un 2 por ciento lo que significa que será la más perjudicada.
Bélgica está ahora en la mira de la divinas trinitarias y, ¡cuidado, cuidado!, ya sabemos que los galos, en pleno proceso electoral, fueron castigados por Standard & Poor´s aunque Moody´s —¿será por llevarle la contraria?— se conmovió y les mantuvo la triple A.
Además, los estudios de las madames del casino aseguran que “es preciso hacer más recortes en educación, sanidad y abaratar el despido”, los tres principales fundamentos de nuestra civilización.
Lo curioso, pero que no sorprende, es que el presidente francés vino a España a recibir el Toisón de Oro de manos de Juan Carlos y, dos días después, en su país afirmó, sin ningún decoro, que “no podemos caer en la misma situación en que se encuentran Grecia, Portugal y España”. Se refocila Sarkozy.
Don Nicolás, siempre tan sutil, cuya permanencia en el poder está en entredicho, se curó en salud, no le importó a quién descalificar y golpeó, diletante, a la monarquía y al gobierno nacionales con su exquisita fraseología. Claro, España echó la casa por la ventana e invitó a todos los personajes que, de una u otra forma, hicieron posible el tránsito a la democracia.
Somos auténticos ingenuos.
Queda una esperanza y es que los pueblos manejados por señores como él se junten y se identifiquen entre sí para repudiar a los que han dejado de ser líderes políticos, para transformarse en muñecos de los financieros. Pero, pensándolo bien, quizá sea mejor recibir este batacazo para que no empeoren las preediciones de “las hermanas” y los azotes puedan ser mayores.
En tanto, el Fondo Monetario Internacional pide a los Estados medio billón de dólares para respaldar el rescate de los países en apuros con el fin “de evitar cualquier contingencia”; el Banco Mundial anuncia, con irreverente seriedad, que la zona periférica del euro caerá en recesión este y el próximo año y que las agencias del rating — nuestras amigas de siempre— rebajarán (o ya lo hicieron) las calificaciones a los países de lengua grecorromana.
Un paréntesis
Permítanme hacer un paréntesis en la continuidad de este artículo para aclarar cómo se las gasta la mayoría de los medios de comunicación españoles, sujetos a estrictos controles empresariales y cada vez menos comprometidos con la ética periodística.
(La poca gente que lee diarios pasa hoja. Más de lo mismo, concluye. Y se va a los deportes y a devorar los chismes de los famosos o los anuncios escatológicos que, con singular desvergüenza, aparecen en los medios de comunicación “más serios” de España.
Debajo del anuncios breves, en El País y en El Mundo se ofrecen “señoritas que lo hacen todo”, que son “porno, viciosas, esclavas, gargantas profundas” y, ojalá no les provoque el vómito, “adoradoras del pene”.
Contengo la náusea al ver tal degeneración impresa. Los editores tienen la desfachatez de publicar en la página de al lado un sesudo comentario de cualquier académico sobre la moral y la necesidad de conservarla.
Es tal el clima que da asco y enardece los ánimos. ¿Pueden llegar estos periódicos a su casa donde hay menores de edad?, sólo por poner un ejemplo. Es más, ¿merecemos los adultos leer estas inmundicias?
Les aclaro que no soy moralista y que me precio de conocer personalmente la forma en que hemos ido cayendo en la pobreza cultural, el desapego a los valores, el rechazo a la decencia y la caída estrepitosa de las líneas de conducta que una vez fueron bandera orgullosa de la humanidad.
Hay cosas que por “peores”, no se pueden ni deben publicar porque rebasan la imaginación y alientan a la bestia que llevamos dentro. En ningún momento de la historia, ni en la escrita o la que pasa de boca en boca; ni la que permanece en monumentos y ruinas arqueológicas, llegó el hombre a tales estándares de degradación.)
Ahora sí, dejemos este capítulo escatológico aparte y sigamos con nuestro comentario.
Sigamos el comentario
Bien, Christine Lagarde, elegante y respetable dama, está dispuesta a “calmar los mercados” con tal acopio de divisas que hasta los enanitos de Blancanieves buscan ya refugio en otros planetas como, visionariamente, lo reconoce el superdotado científico Stephen Hawking.
Si las computadoras, el ordenador o la Olimpia en la que aún escribo pudiesen expresar su dolor, yo creo que fingirían enfermarse o hasta pies les saldrían para tomar las de Villadiego.
Porque martilleo oraciones, frases, parrafadas con furor y las palabras se convierten en víctimas de mis dedos que teclean cada vez con mayor vehemencia.
Las naciones se han convertido en cobayas de las finanzas. En todo el territorio europeo no hay políticos ni economistas capaces de detenerlas. Todos están dedicados a unir a los tramposos de un sistema hecho jirones que ya huele mal y sigue contaminando el planeta.
Los que terminaron sus carreras profesionales hace ya tiempo, se integran al agio y al robo de cuello duro. Los muchachos que reciben ahora sus títulos universitarios están desempleados o manejan taxis, son obreros de la construcción, mensajeros, barrenderos, pinches de cocina, guardaespaldas —este puesto es anhelado y pocos lo consiguen—, burócratas y empleados de los grandes consorcios con sueldos menores a los 600 euros al mes.
¡Es el desiderátum!
No hay quien se salve. Más bien son pocos los que vencen a la inhibición y menos lo que logran salir adelante con el sacrificio de sus aspiraciones y la pérdida de fe en el porvenir.
Preguntas
Los gigantes y cabezudos que acumulan riqueza en dinero, oro, piedras preciosas, por el petróleo y la venta de armas, están asustados y se preparan para enfrentar el estallido que se avecina. Creen que saldrán victoriosos pero nada más lejos de la realidad.
Me pregunto: ¿qué pasará cuando las bolsas revienten, los bancos dejen de absorber ahorros y la gente se aleje de ellos, que guarde sus billetes en el colchón o bajo los ladrillos de sus casas inestables o construidas hace 100 años?; ¿qué ocurrirá en el momento en el que el cacareado libre comercio sea letra muerta y todos nos lancemos al sálvese el que pueda?
Imaginable pero indeseable. Vivimos una época que nos conduce a practicar la experiencia de las cavernarias, aunque más sanguinaria, porque ya somos 7 mil millones los que habitamos hacinados en esta geografía otrora maravillosa pero que también está harta de ser maltratada y comienza a lanzar protestas desde arriba y debajo de sus entrañas.
Se nos heló la sensibilidad, la intuición anda perdida, la inteligencia emigra, la sensatez es un tesoro difícil de encontrar y, el bienestar, una utopía.
Nadie escarmienta ni se arrepiente de su proceder. Todos nos justificamos para cuidar el pellejo. No hay individuo que no tenga un pretexto para engañar y burlarse de los demás. Detrás de los enormes almacenes está la tristeza de los empleados que se mueven como autómatas, robots que obedecen órdenes teledigitales y las aceptan sin rechistar.
La rebeldía está oculta aunque no muerta. Por el momento, sólo sale acompañada de pequeños grupos. No es suficiente y se deja dominar. Los convivios son exhibiciones de soberbia o madrigueras de pusilánimes acostumbrados al látigo y al insulto.
Los acontecimientos se suceden más rápidos que la incontinencia. Estamos enfermos, nos queremos curar pero no hay dinero para pagar a los médicos.
Ni a los doctores del alma ni del cuerpo. Si acaso, sacamos de la hucha algunas monedas para quienes nos leen el destino frente a una bola de cristal en una habitación mal iluminada.
El pensamiento se debilita y pervierte. Pide esquina para bajarse.
La amnesia se generaliza. En occipital de nuestras cabezas donde solían alojarse los recuerdos, se fabrican iniciativas y no surgen ideas. Es una cavidad hueca. Huyeron las células que lo conformaban.
El Alzheimer ocupa el lugar destinado al raciocinio. Más vale padecerlo que soportar tantas desigualdades e ignominias.
Busquemos un asidero. La tenacidad puede dar buenos resultados. Al menos, antes de morir creemos el museo de la palabra.
Es conveniente dejar constancia.
Pero, perdonen, no me crean. Lo dicho es ficción. Soy un tremendista.


