Candidato presidencial del Partido Socialista Francés
Regino Díaz Redondo
Madrid.- El porvenir de la Unión Europea se juega mucho en el resultado de las elecciones presidenciales de Francia, este mes de abril. Nicolás Sarkozy, pilar del neoliberalismo, enfrenta al socialista François Hollande, un hombre renovador, despreciado por la troika, dueña y señora de las finanzas y la política continentales.
La cumbre del actual sistema enfermo, pero que aún tiene las riendas, está preocupada. Angela Merkel, Cristine Lagarde, Mario Monti, Pedro Passos Coelho y David Cameron —el inefable británico— cruzan los dedos con angustia. Se unen, apiñan sus recursos para que triunfen.
La inquietud se expande también a las Bolsas, los especuladores, la banca internacional y a las tres hermanas de la caridad, bastión del poderío continental.
En Estados Unidos, Asia y Latinoamérica también hay curiosidad. Los gobiernos dibujan sus planes para aplicarlos según se inclinen los votos a uno u otro lado.
Encuestas
Las encuestas —hasta ahora— dan la ventaja a Hollande por unos 5 puntos, mientras que el actual jefe de Estado recibe abucheos y es cuestionado en varias de las localidades donde hace campaña.
En París, Nueva York, Berlín, Londres, Madrid, Copenhague, Atenas y Roma el ambiente es distinto. La intención de voto en las capitales no suele reflejar el sentir del resto del país.
Hasta Marine Le Pen, del Frente Nacional, senóloga, hermana del Tea-Party y de Rick Sanctorum, puede llevar a una segunda vuelta y ser bisagra en mayo. Se inclinará por Sarkozy pero no engañará a los ciudadanos franceses ya acostumbrados a votar por el menos malo, con las narices tapadas, como ocurrió con Jacques Chirac.
La profunda depresión del continente, sumido en un agujero negro, por una economía en continuo descenso, empobrecimiento progresivo, desempleo y gobiernos nostálgicos de la dictadura del siglo pasado, han hecho mella en la población.
Ya no se traga las ruedas de molino con las que intentan engañarla. Sabe que la paz social no está en la derecha que da pan con arsénico para que la muerte sea más lenta, pero llegue sin hacer mucho ruido.
No puede predecirse si la fuerza del Establishment será capaz de evitar el cambio y detener a un candidato incómodo que cuestionaría las insoportables medidas de austeridad contra los países periféricos que no han cumplido con la ortodoxia de los mercados.
Lobby anti-Hollande
Por lo pronto, ya se formó un lobby para disminuir la presencia de Hollande en el contexto europeo. Los gobiernos de las naciones que mandan acordaron, sotto voce, no prestarle atención. No lo recibirán en sus despachos y la orden es catapultar sus declaraciones o exhibirlas como portadoras del caos y el desbarajuste.
Los dirigentes de la globalización, representantes del casino económico, escuchan por la oreja derecha, muy acostumbrada al canto de las sirenas, y dejan que la izquierda se oxide por la falta de uso.
El programa del socialista galo es considerado irreal y demagógico, dicen. Tiene ribetes subversivos y perjudica la paz social. ¡Vaya!
Otras lindezas más se leen y se transmiten de boca en boca para sembrar la duda y considerarlo como enemigo de la seriedad y la buena conciencia.
Los parlamentarios de la Unión Europea, la gran mayoría comprometidos en la defensa del eje que marca rumbos, se confabulan para abrir caminos intransitables por la gente.
Los días pasan y la incertidumbre aumenta.
Las propuestas de Hollande
Veamos en qué consisten las diferencias entre los contendientes políticos del vecino del norte: Hollande aumentará impuestos a las grandes fortunas, cobrará por las transacciones financieras y quien gane más de un millón de euros al año, pagará un plus al Estado, dinero que se destinará a estimular la creación de viviendas, la salud, el mejor trato a los trabajadores y a los emigrantes que cumplan y colaboren. No los marginará.
El candidato de la izquierda francesa tiene claro que deben modificarse las estructuras de la Unión Europe, impulsar el crecimiento y cuestionar las exigencias desorbitadas contra las naciones que necesitan rescate. No hay que confundir a los malos gobernantes con su pueblo. Los culpables del gasto excesivo y de la falsificación de los datos económicos son los políticos que medraron. La gente es la víctima de los engaños de aquéllos.
Hollande es una isla en medio de Estados conservadores inmersos en su bienestar individual y ajenos a los que no se supeditan, o no pueden hacerlo, a sus inaceptables requerimientos.
En Bruselas, Hollande votará contra el enriquecimiento de unos pocos a costa de la pobreza de los demás y vetará medidas que esclavicen más a los ya esclavos. Apoyará y propondrá leyes que den empleo y mejor nivel de vida a los 120 millones de personas que están en el umbral de la pobreza.
Hollande intentará restar influencia a las agencias de rating porque son juez y parte. Será partidario de la creación de un organismo similar independiente y europeo.
Orgulloso de la Revolución Francesa, Hollande se desligará con elegancia de monarquías y seudo-democracias. Respaldará con su esfuerzo a las naciones que deseen instaurar repúblicas en sus territorios y atenderá prioritariamente los reclamos de las verdaderas organizaciones progresistas.
Así lo ha dicho durante su campaña y así lo escribo en estos momentos. Confío en que no cambie si alcanza la presidencia. Francia fortalecerá su presencia en Europa, aumentará la adrenalina de sus habitantes y los endorfinas de los apagados por la insoportable carga que llevan a cuestas.
Las propuestas de Sarkozy
Por su parte, Sarkozy augura: doña Angela seguirá en caballo de hacienda. Rejuvenecerá como salida de un tratamiento con botox y su pueblo seguirá votando por ella aunque después se dé cuenta del error como ocurrió en pasados tiempos.
Buscará don Nicolás implantar una ley que restringa y castigue a los emigrantes. Ha dicho que “resulta muy difícil su integración, se mezclan sin unirse, cometen atropellos, crean problemas raciales y, además, no podemos dar casa y comida a todos porque va en detrimento de nuestros compatriotas”.
Sostiene que el actual sistema financiero es el conveniente —¿para quién?— y que la Unión Europea precisa de mayor austeridad por lo que las sanciones a los que no cumplan podrían elevarse de ser necesario.
Entre los líderes europeos su influencia es mucha. Sarkozy tiene el dudoso prestigio de formar tándem con Alemania porque juntos elaboran en, petit comité, las reglas, los documentos y las directrices que son aprobados por los diputados con el beneplácito de los gobiernos afines que son casi la totalidad. Salvo alguno que otro fachista, fetiche o nacionalsocialista.
Preguntas
Cabría hacerle algunas preguntas: ¿regulará más la procedencia de los que llegan a buscar trabajo mediante un control policíaco de las trashumancia de personas?; ¿sólo los que tengan el visto bueno de la Unión Europea podrán ser acogidos por el Estado?; ¿comprobará la filiación política de los extranjeros que buscan trabajo, aunque ellos no sepan en qué consiste este requisito?; ¿los colocarán en labores que rechacen los franceses y nada más en ellas?; ¿se cortarán los movimientos a sectores reducidos del territorio nacional o determinadas zonas de las grandes ciudades?; ¿se impondrán castigos de acuerdo al tiempo que llevan en el país si están en el paro?; ¿habrá un registro semestral o anual de su rendimiento y sus hábitos?; ¿de acuerdo con los empleadores, se tratará por igual a los que llegan de Africa, Latinoamérica o los países de su alrededor?; ¿dejará en manos de los patrones la decisión de mantener o despedir de forma unilateral sin la intervención del poder judicial?; ¿a igual labor el mismo salario, aunque sean inmigrantes?
¿Tendrán el mismo trato los truhanes que los ilegales y compartirán celdas con narcos y delincuentes comunes?; ¿habrá penas mayores para ellos por intentar ganarse la vida en una nación libre?
Señor Sarkozy, ¿pedirá informes a sus aliados ideológicos sobre sus actividades aunque resulte contrario a las normas internacionales?; ¿en la banlieu de París seguirán las agresiones contra los que no tienen dinero y viven en chabolas hacinados en pisos pequeños?; ¿instaurará una cifra tope para el ingreso de individuos y cerrará fronteras cuando se cumpla la cuota?
Y para terminar, don Nicolás, ¿se quedará callado ante el crecimiento de la xenofobia en Holanda, Finlandia y Noruega? Con su beneplácito, ¿dará un brinco de alegría los mercados internacionales con el aplauso del respetable?
¡Quién piensa en ellos!