La Perla opacada

Guillermo García Oropeza

Escribo estas palabras mientras Guadalajara vive uno de sus buenos momentos en el año (aunque este año sea el ominoso 2012 que quizá sea el último de la democracia laica mexicana) y cuando el estruendo de la trifulca de hace unos días ya se va apagando, una trifulca que estuvo a punto de convertirse en una verdadera tragedia ciudadana y que de cualquier modo dejó la ciudad vulnerable ante cualquier “daño colateral” calderoniano.

Y no es que Guadalajara sea inocente, ya que entre otros horrores la añorada Perla Tapatía del pinturero Pepe Guízar es una de las capitales de la extrema derecha clerical en México que lleva ya dieciocho años de sufrir los malos gobiernos panista coronados por el actual, encabezado por el borracho público (algo que está ampliamente documentado) de Emilio González Márquez, solícito servidor del pavoroso Juan Sandoval, el gran cristero y enemigo de cualquier legislación progresista y misógino declarado que ya aparentemente retirado se dedica a construir el arrogante santuario de los “mártires” cristeros que dominará el Valle de Guadalajara como un monumento a la revancha de una Iglesia que va por todo para regresarnos al México anterior a la Reforma juarista y restauración de la República.

Pero aparte de su conservadurismo feroz, Guadalajara -que incluye la prosperidad de ciertos grupos fascistas aliados del franquismo y del peor anticomunismo yanqui- tiene una curiosa historia en su relación con el mundo de la droga ya que por años la Clara Ciudad, como la llamaba Agustín Yáñez, ese gran literato y gobernante, se convirtió en una especie de lugar residencial favorito de los capos que fueron aceptados alegremente por gobiernos y sociedad.

Todo el mundo aquí sabe historias de la bonanza que en los bienes raíces y en otros negocios trajeron los innombrables personajes que pagaban en retintineante cash por los privilegios tapatíos. Y nadie que yo sepa ha escrito este lado oculto de la reciente historia de la ciudad. Y lo digo con cierta culpa porque pertenezco a un consejo de cronistas oficiales de Guadalajara que hemos preferido limitar nuestras crónicas a cosas bonitas o a las vicisitudes del Atlas y del Guadalajara.

Y lo curioso es que Guadalajara logró, me imagino que por causas sobrenaturales, verse a salvo de la violencia que ha victimado a medio país incluyendo a un Monterrey que no se  merece lo que le ha pasado para no hablar de la mártir ciudad Juárez, vergüenza nacional.

Pero al parecer ya la Perla dejó de tener una paz privilegiada y algunos incidentes mayores, como el de los muertitos frente a los llamados Arcos del Milenio, demencial monumento panista, y los hechos de hace unos días no sólo acabaron con la buena suerte de Guadalajara sino que los enojados miembros del grupo Jalisco Nueva Generación han lanzado la amenaza de convertir Guadalajara y su región en “otro ciudad Juárez o Monterrey”. ¿Podrá el supremo comandante de las fuerzas armadas proteger a la Clara Ciudad? Hagan sus apuestas, señores.