(Segunda y última parte)

Ignacio Trejo Fuentes

Aparte de sobrios ensayos, como La vida familiar del mexicano, y de sus antologías (Los mejores cuentos policiacos mexicanos, Cuentos fantásticos mexicanos), María Elvira Bermúdez practicó la narrativa, cuento y novela. En el Material de Lectura (114) que preparé sobre María Elvira Bermúdez para la Dirección de Literatura de la unam en el año 2000, dije que la obra prosística de María Elvira puede dividirse en dos segmentos: en el primero figuran los libros de cuentos Alegoría presuntuosa, Cuentos herejes y Encono de hormigas (título tomado de Ramón López Velarde), en los cuales aborda temas como la ruptura amorosa, el desgaste de afinidades familiares, el resquebrajamiento de ideas mantenidas hasta entonces como ciertas y, principalmente, el acecho implacable del destino feroz sobre las criaturas miserables que somos cada uno de nosotros. En la segunda línea vale destacar Diferentes razones tiene la muerte, novela policiaca que me parece una de las mejores en su género. El detective inventado por María Elvira se llama Armando H. Zozaya, y reaparece en los cuentos de relatos policiacos Detente, sombra (verso de Sor Juana Inés de la Cruz) y Muerte a la zaga.

En sus textos policiacos, María Elvira se apega a lo clásico, donde la detection y la prevalencia del Bien sobre el Mal son todo. Y algo muy original: en sus historias aparece la detective María Elena, que si no me equivoco es la primera dama de esa estirpe en nuestra literatura.

Aparte de cuidar el clasicismo de sus textos policiacos, la autora se preocupa por la buena prosa y el buen estilo; y sabe organizar los elementos de manera que no se den pistas falsas al lector, otra condición inapelable del género.

Con lo dicho hasta aquí, podría tenerse un perfil más o menos claro de María Elvira Bermúdez y su literatura. Sin embargo, me parece pertinente destacar su labor como crítica literaria: participó constantemente en diarios, suplementos y revistas: era infatigable. Y por añadidura, prologó obras de autores clásicos como Emilio Salgari, Julio Verne y Edmundo de Amicis (publicados en la colección “Sepan cuántos…”, de la Editorial Porrúa).

En su literatura (que se ocupa de cosas y casos graves), María Elvira se da respiros para incorporar el humor. Y en la vida cotidiana ésa fue una de sus grandes virtudes: nos hacía reír con sus historias y se reía con las que sus amigos contábamos.

Y tuvo cataratas de amigos prominentes como José Revueltas, Efraín Huerta, Carlos Monsiváis, Gustavo Sainz y tantos que sería imposible enumerar siquiera la cuarta parte. Y como dije en la primera entrega, se rodeaba de escritores jóvenes, a quienes apapachaba, pero sobre todo enseñaba.

La celebración por el centenario del nacimiento de esta extraordinaria mujer, a efectuarse en el Palacio de Bellas Artes, planeada por su hija Beatriz Reyes Nevárez (esposa de Salvador Reyes Nevárez) es de lo más justo y necesario, y daremos noticia de ello.