Ignacio Trejo Fuentes

La tercera novela de Gonzalo Lizardo (Fresnillo, Zacatecas, 1965), Invocación de Eloísa, es una de las más raras de cuantas he leído en los últimos años: me remite a obras como las de Martínez Sotomayor, Carlos Ruiz Mejía e incluso algunas de Pedro F. Miret: no sé si lo que el autor cuenta es un delirio o una pesadilla; espero que sea así, porque de otro modo no podría entenderla.

En un pueblo no ubicado específicamente aparece la bella Eloísa, quien vive con su singular padre. Ella acostumbra nadar desnuda en el río, donde la descubre el adolescente que se encarga de la narración tiempo después. Además de su belleza y su desparpajo, la chica posee poderes adivinatorios y de algo como brujería, y determina que el chico sea su amigo, primero, y después su amante. Mientras, sostiene relaciones con otro tipo asimismo joven, con quien habrá de desposarse, y al parecer es su hermano.

El joven narrador, entre tanto, asiste a la escuela, donde una monja, más que enseñar, se ensaña con los estudiantes, los amenaza con el fuego eterno, los humilla, los golpea. El sacerdote del poblado se encarga de atizar el fanatismo entre los feligreses y quienes no lo son. Aquél, el casi niño, tiene amigos y cómplices de inocentes correrías que de súbito desaparecen; sin embargo, su ausencia no provoca ni angustia ni revuelo, como si siguieran ahí: ¿desaparecieron sólo para él?

El ambiente se enturbia a cada paso y alcanza niveles delirantes. El chico se declara perdidamente enamorado de Eloísa e incluso llegan a hacer el amor. Mas la pesadilla encuentra su cúspide en la boda desquiciante de la joven con su estrambótico hermano, que el primero se encarga de conducir a manera de sacerdote.

Insisto: la trama puede ser un sueño, un delirio o una tomadura de pelo, aunque confío en que se trate de lo primero, porque de otro modo no tendría ni explicación ni razón de ser, de ahí la relación que hice con los autores mencionados.

Con todo, la historia no deja de ser interesante, porque Gonzalo Lizardo sabe manejar de tal modo sus piezas que nos hace seguir la lectura a fin de hallarle pies y cabeza. Y su prosa es ágil, concreta, si bien hay reflexiones que no corresponden con la edad de quienes las hacen; pero eso puede justificarse por el hecho de que las circunstancias son rememoradas tiempo después, lo que supone alguna madurez del narrador que recuerda todavía con asombro: por eso lo cuenta.

El autor zacatecano había publicado las novelas Jaque perpetuo y Corazón de mierda, que confieso no haber leído. Lo haré para saber si embonan con la que ahora reseño. Por lo pronto baste decir que esta novela es “rara”, intrigante y por eso merece la atención de los lectores, sobre todo de los especialistas.

Gonzalo Lizardo, Invocación de Eloísa. ERA / UNAM, México, 2011; 182 pp.