¿Qué le pasa al PAN?
Guillermo García Oropeza
(Primera de tres partes)
Debo confesar que alguna vez voté por el PAN, allá cuando pensaba que el Jefe Diego era menos malo que Ernesto Zedillo y que no era, como ahora lo creo, uno de los pillos y pícaros más logrados en la historia política de México.
Pero luego me tocó vivir en un estado, Jalisco, que al parecer los altos poderes le regalaron al PAN en la persona de un personaje divertidísimo que se llama Bebeto Cárdenas Jiménez, al cual el hecho de nunca haber podido aprender a hablar español no le impidió llegar a ser precandidato presidencial por el blanquiazul y senador de la República y que ahora amenaza con ser alcalde de Guadalajara.
Después le vino a Jalisco otro curioso personaje, Paco Ramírez Acuña, que siendo joven diputado local por el PAN fue muy bien tratado por los priistas, quienes le imprimieron carácter tricolor a su gobierno.
Este Paco sería víctima de la traición de un Calderón que le debía el haberlo destapado en contra de la voluntad de Fox, cosa que Calderón pagó de momento con la Secretaría de Gobernación que luego le quitó a Paco para dársela al amado Mouriño, el del misterioso accidente aéreo que nos libró de él.
Más tarde, a Jalisco le tocó otra maravilla blanquiazul, un tal Emilio González Márquez, sinarquista, seguramente del Yunque (Jalisco es uno de los estados más mochos de la república), único político en la historia de México que le mentó la madre en público y a todo color a todos los que no piensan como él, y que inventó una nueva doctrina política que es la teocracia etílica, ya que mientras el gobernador se emborrachaba, en su lugar gobernaba el inefable cardenal Juan Sandoval, del que también se pueden contar tantas maravillas.
Esta experiencia jalisciense, más los períodos de Fox y Calderón (siendo éste mucho peor que aquél) me han llevado a un punto en el cual mi única definición política es la de ser enemigo acérrimo de todo lo que huela a blanquiazul.
Convicción en la que me reforzaron los benditos precandidatos panistas como el desagradable e insensible Ernesto Cordero, el mediocre Santiago Creel y la también inefable Josefina Vázquez Mota, que al parecer se va hundiendo en una campaña que comenzó mal y que sigue peor, aunque la estén reforzando ahora prohombres como el tal Cordero, y ese señor relacionado con la muerte de los bebés de la guardería de Hermosillo y de cuyo nombre no quiero acordarme.
Y antes de que se me olvide, no quiero dejar de mencionar mi indignación con la falta de respeto de Calderón con la Secretaría de Educación Pública, a quien primero le puso como ministro al tal Alonso Lujambio, famoso por sus derroches en el Bicentenario y en la Estela de la Corrupción, niño bien que suple ¡con el ex secretario de Salud!, ese que por poco acaba con el país con la influenza, invento que quizá fue el gran negocio en vacunas innecesarias y que no pasó de aisladas gripitas. Esa secretaría que tuvo como responsables a figuras como José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Agustín Yáñez o Jesús Reyes Heroles en un pasado que ahora añoramos.
Pero habrá que volver al PAN…
