Joaquín Pérez Sánchez
El primero de mayo pasado, el gobierno boliviano que encabeza Evo Morales nacionalizó dos empresas extranjeras, una empresa española y otra británica, hecho que, sin embargo, no provocó las airadas reacciones de los europeos que sí ocurrieron con la nacionalización de una empresa petrolera en Argentina.
Morales, en el marco de los festejos del Día del Trabajo (primero de mayo), anunció la nacionalización de la Red Eléctrica Internacional, filial de la española Transportadora de Electricidad (TDE). Asimismo, nacionalizó la empresa Rurelec, filial de British Petroleum.
La respuesta del gobierno español, ante la nacionalización en Bolivia, distó mucho de la virulencia que expresaron sus funcionarios cuando la última semana de abril se conoció que el gobierno argentino planeaba nacionalizar un porcentaje mayoritario de la empresa petrolera YPF, filial de la española Repsol. De hecho, el pasado 5 de mayo, el gobierno argentino promulgó la Ley de Expropiación.
En el caso boliviano, el gobierno español lamentó la medida, pero se mostró favorable a la negociación, la cual empezará pronto con la contratación de una empresa independiente, “nacional o extranjera”, que hará toda la valoración de los activos y pasivos de la empresa para llegar a un acuerdo sobre la “indemnización” que pagará el gobierno boliviano.
En cuanto a la empresa filial de la británica, poco ha trascendido a los medios, por lo que se supone que también seguirá en un perfil bajo de negociación, sin que se eleven más las protestas.
¿Por qué la diferencia de reacción?, quizá sea el tamaño del negocio o también puede ser que políticamente el gobierno español quiso mostrar un poder que dista mucho de tener en la actual coyuntura.
La comunidad europea expresó su “preocupación” por la “creciente tendencia proteccionista” en América Latina y advirtió que las nacionalizaciones podrían ayuntar la “inversión” en el continente.
Sin embargo, a medida que han ido avanzando los procesos en Argentina y Bolivia, la Comunidad Europea ha sido muy cuidadosa de emitir pronunciamientos amenazantes, quizá debido a la peligrosa coyuntura internacional que tiene a los países europeos sumidos en la peor crisis de los últimos 20 años.
La tendencia de inversiones en el Cono Sur ya no lo encabeza Estados Unidos ni Europa, ahora es China y los propios países latinoamericanos los que realizan inversiones.
En este contexto, las “nacionalizaciones”, tanto en Argentina como en Bolivia, distan mucho de ser una tendencia preocupante para las inversiones extranjeras, más bien son una limitante para aquellas inversiones que sólo buscan sacar los beneficios de los países, sin que parte de la riqueza que genera se reinvierta y beneficie a los pobladores locales.
Pronto se verá qué tanto afectará las “inversiones extranjeras” en ambos países, por lo pronto, éstos hicieron uso de su derecho soberano para decidir qué hacer con sus recursos.