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Magdalena Galindo

Las transnacionales se llevan sus utilidades

Por demás significativo es el informe que dio recientemente la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe  (Cepal), Alicia Bárcena, en el que señala que la remisión de utilidades de la inversión extranjera en la región se multiplicó por cuatro en la última década.

Es un hecho que la mayoría de los países de América Latina, y en particular México y Brasil, apostaron por atraer, valiéndose de cualquier medio, la inversión extranjera, ya que, después de la crisis de la deuda de los ochenta, durante casi dos décadas encontraron enormes dificultades para obtener financiamiento, tanto de la banca privada, como de los organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Esa apuesta está empezando a cobrar la factura, pues, como era de esperarse, las transnacionales establecidas en nuestros países, vienen a invertir aquí, como cualquier capitalista, para, a la vuelta de unos pocos años, recuperar su capital, acrecentado por las utilidades.  El problema es que las trasnacionales, como es obvio, terminan por remitir las utilidades obtenidas aquí, a sus casas matrices en su país, lo cual significa una salida permanente de recursos de nuestra región. Basta mencionar que al iniciarse la década pasada, el envío de utilidades era de alrededor de 20 mil millones de dólares anuales, ahora ha ascendido a 84 mil millones de dólares al año, con un récord en 2007 de 93 mil millones. La inversión extranjera no es una alternativa benéfica, ya que, tarde o temprano, se convierte en una descapitalización, una pérdida de recursos para nuestros países.

A los trabajadores mexicanos les fue peor que a los chinos

Un estudio del banco BBVA señala que hace diez años el salario promedio nominal en China era de 90 dólares, mientras el promedio de los mexicanos, también en términos nominales, es decir, sin tomar en cuenta el alza de precios, era de 240 dólares, o sea, casi triplicaba el de los chinos. En esta década, los trabajadores chinos lograron aumentar su salario promedio en 345 por ciento, mientras los mexicanos sólo consiguieron en toda una década aumentar el suyo en 66 por ciento; esta diferencia determinó que hoy el salario promedio nominal en ambos países se sitúe en 390 dólares mensuales, o sea el equivalente de 4 mil 984 pesos mexicanos. Por supuesto, los empresarios mexicanos están muy contentos de que nos hayamos emparejado con los chinos, pues eso significa aumentar la competitividad de nuestras mercancías, aunque sea a costa de los niveles de vida de los trabajadores.

Pobres niños pobres

El año pasado el número de niños que trabajan se incrementó en 30 por ciento, al pasar de 625 mil a 814 mil; es decir, en sólo un año, 188 mil 547 niños y adolescentes, menores de 16 años, se incorporaron al mercado laboral, aunque por supuesto eso no quiere decir que sea a un empleo formal y ni siquiera que reciban un ingreso. Se trata de una señal más del empobrecimiento de las familias mexicanas, bajo las políticas neoliberales.

El premio Nobel dixit.

Hasta el Nobel de Economía Joseph Stiglitz acaba de advertir en Roma que los recortes presupuestales sólo empeorarán la crisis y que la única salida está en combatir la desigualdad. Y en efecto, se ha llegado a niveles insostenibles, y los trabajadores del mundo, entre ellos los mexicanos, han demostrado su ira y su indignación el pasado Primero de Mayo.