Ignacio Trejo Fuentes

En el texto de entrada de Pro Severino, Alberto Paredes señala que fue autor de la primera reseña de Donde deben estar las catedrales, novela inicial de Severino Salazar, y luego fue puntual comentarista de sus libros. Surgió una profunda amistad entre ellos, sólo interrumpida por la muerte del narrador. En los distintos ensayos, Paredes muestra su admiración por el zacatecano, si bien en distintas ocasiones el crítico le dio con la cubeta al novelista: sí, por lo menos en las reseñas de las tres primeras novelas sostuvo que había material de primera, aunque persistían fallas técnicas y de redacción graves. En sus comentarios al trabajo posterior del narrador, el reseñista sostuvo su opinión, aunque suavizada.

Alberto no sólo reseñó las obras de Severino, sino que preparó un Material de Lectura (1019 (El Cuento Contemporáneo) para la Coordinación de Difusión Cultural de la unam dedicado al zacatecano. Y para la misma Universidad prologó y recogió materiales para un libro de la serie Confabuladores: Los cuentos de Tepetongo.
Alberto reclama, entre otras cosas, que Severino Salazar incurra en desfiguros gramaticales, y que no consiga que sus personajes suenen auténticos, que adopten hablas impostadas. Pero celebra que su temática sea descomunal, contundente. ¿De qué escribía Severino? Sintetizarlo sería imposible, mas pueden apuntarse estas líneas: el mundo es un lugar extraño, donde habitan seres que han perdido la razón, y ven la vida desde el borde del precipicio; que Dios hizo al mundo para que quienes vivieran en él se despedazaran entre sí… En fin, un universo nada firme, donde la locura parece ser sello distintivo.

El crítico aplaude a rabiar las ideas y los conceptos del narrador. Comparto su entusiasmo, aunque no sus juicios sobre los yerros formales del escritor zacatecano.
Alberto Paredes celebra, por ejemplo, que a la manera de William Faulkner y de tantos otros autores prominentes, Severino se haya percatado de que el ombligo del mundo está donde uno está parado: hizo de Zacatecas, de Tepetongo, su ombligo del mundo. Hizo de su terruño algo de estatura universal (como Gabriel García Márquez, como Juan Carlos Onetti, como Jesús Gardea, como tantos y tan buenos escritores). Y sí, lo que Severino cuenta de su tierra puede ser perfectamente entendido y apreciado por cualquier lector de cualquier parte del mundo: mi tierra es el universo.

Paredes incluye en su libro poemas suyos que tienen que ver con Severio. Y textos ajenos al tepetonguense universal, pero que fueron celebrados con él. Celebro el poema “Otra lápida” porque describe (casi) de cuerpo y alma el espíritu Severino Salazar.

Podría pasar la tarde contando anécdotas que viví con Severino Salazar, sobre todo las que muestran el lado lúdico, divertido hasta más no poder, de nuestro amigo. Estar con él era estar muriendo de risa, lo que contrasta con el lado sombrío de su literatura. Si la vida, en su conjunto, es miserable y desoladora, poblada de locos desesperados, hay que reírse de ella: lo hizo mientras vivió.

Gran libro para conocer la vida y obra del gran narrador que fue Severino Salazar (1947-2005) y un ejemplo de la crítica sin complacencias.

Alberto Paredes, Pro Severino. Conaculta / Instituto Zacatecano de Cultura, México, 2011; 137 pp.