Ni la juventud sabe lo que puede

ni la vejez puede lo que sabe.

La caverna

Jose Saramago

 Regino Díaz Redondo

Madrid.- Con el claro triunfo de François Hollande en Francia, la Unión Europea no tendrá más remedio que rectificar el rumbo, escuchar a la mayoría asfixiada por los recortes, reordenar la ruta del crecimiento, revisar el Pacto Fiscal, conseguir que se abra la puerta a la emisión de eurobonos y ayudar a los países que están al borde del precipicio y la violencia.

El socialista francés salió airoso de la contienda frente a Nicolás Sarkozy cuyo discurso yoista de despedida mostró un perfil de lo que considera martirologio… “he sufrido mucho”, y ratifica que el culto a la personalidad creció y fue la base de su gestión pública durante los cinco años que estuvo en el poder.

De pronto, Europa recobra fuerzas y anhela que su presencia político-económica tome la dirección correcta interrumpida por una austeridad que es sinónimo de deterioro y desprecio.

Simultáneamente, Grecia se inclina a la extrema derecha, neonazi, y arrumba al PASOK, partido de izquierda que no supo gobernar, permitió la prevaricación, dio rienda suelta al derroche y fue cómplice de los corruptos que desvalijaron las arcas del Estado. Los mismos que la hundieron en recesión permanente.

Esa nación helénica está en bancarrota, tutelada por Bruselas y el Fondo Monetario Internacional que mete las narices en todas partes, ordena qué hacer y supervisa las finanzas como el auditor mayor del continente.

Es la primera vez que dos ideologías tan dispares coinciden en su diagnóstico: con los ajustes y sin el crecimiento no hay salvación.

Por lo pronto, a finales de este mes, habrá una cumbre para aprobar medidas que impulsen las inversiones y propicien el desarrollo. La reunión fue anunciada por Hermann Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, para calmar los ánimos y evitar que los mercados se ceben aún más con los deudores.

De hecho, durante los últimos siete días, las bolsas de valores han bajado a límites iguales al 2003 y las primas de riesgo subieron en España e Italia.

Fue la inmediata respuesta del sistema financiero a lo que considera un obstáculo serio para el desarrollo del neoliberalismo. Esta contundencia de los mercados no es más que un golpe de inercia para asustar a quienes ya no creen en el sistema establecido durante décadas.

A las puertas de este nuevo derrotero ¾dispuesta a conciliar en su beneficio¾ está la canciller Angela Merkel que siente pasos en la azotea y no son precisamente de los guardianes de su doctrina.

La primera ministra alemana anuncia, rauda, sin pérdida de tiempo, con una sonrisa forzada, que “colaboraré con Holland”. Pretende que éste sustituya a Sarkozy y se convierta en su caballo de turno en la exhibición hípica que encabeza.

Don Nicolás ¾conste que ya no volveré hablar más de él¾ se fue y adiós que le vaya bien. Soportó al jinete de Brandenburgo y ahora se retira con un discurso que envuelve en algodón y demuestra que no está arrepentido y que la humildad no es una de sus virtudes. Aunque eso sí, ¡vive la France!, que no falte en su decantada soberbia.

Por cierto, el mismo día 6 de este mes, Merkel perdió elecciones en una región más de Alemania con el consabido deterioro de su imagen, que empieza a desvanecerse.

Se da el caso que en el ánimo de la gente predomina la protesta por el bajo nivel de vida de la sociedad y evidencia una unión ciudadana por encima de las siglas de los partidos tradicionales en los que ya no cree.

Por fin vuelve la esperanza de construir una Europa mejor y más fuerte en el contexto internacional.

Sin embargo, no olvidemos que la extrema derecha está tomando protagonismo y se perfila ¾sólo se perfila¾ para reemplazar a quienes no supieron colmar el apetito de las clases elitistas.

Marine Le Pen, no lo olviden, fue la tercera fuerza política en Francia y, a juzgar por los resultados de la segunda vuelta, muchos de sus partidarios votaron por Hollande pese a que no conjugan con él.

Es un síntoma de que la tierra política empieza a temblar bajo los pies de los que, mentirosos, enarbolaron la bandera del Estado de derecho, que no es más que un remedo del statu quo en que se encuentra inmerso e inmóvil un programa caduco que, en sus estertores, pretende contaminar el medio ambiente antes de desaparecer.

El Frente Nacional francés espera ilusionado aumentar de forma apabullante, en las elecciones parlamentarias del mes próximo.

 Lo ocurrido en las urnas ¾a las que también acudieron en Serbia¾ es un ejemplo claro del surgimiento histórico de un movimiento emancipador que desechará viejas teorías y combatirá contra las avariciosas intenciones de los que ahora disfrutan en Mónaco, Doha, Abú Dhabi y muchos países en que subsisten, no por mucho tiempo, paraísos fiscales, afrenta intolerable.

Desde luego, hay que pasar de las palabras a los hechos. Europa está en la escalera por la que debió subir hace ya muchos años. El horizonte, claro, está aún cubierto de nubarrones. Habrá tropiezos, aciertos, demagogia, botín de los advenedizos e intentos de frustrar la necesaria reinvención de la casa económica y cultural de todos.

El nuevo gobierno galo es visto como un tanque de oxígeno necesario e imprescindible. De su actuación depende, en buena parte, la transformación que deseamos.

El panorama futuro representa un cambio absoluto de piel política como no se había dado desde que acabó la Segunda Guerra Mundial.

Habrá que ver qué tan puro es el aire que emite Hollande. Tampoco esperemos que adopte medidas radicales e inoportunas porque tiene el compromiso de dirigir una transformación por la vía del consenso, en forma pacífica, y sin dar palos de ciego.

A nadie conviene que el presidente francés tenga enfrentamientos dentro de la UE y sí precisa de un diálogo abierto y progresista que convenza a la troika que el camino adoptado es injusto y ya insoportable.

Hollande estimula y confirma que los europeos ambicionamos navegar hacia buen puerto pero sin enfrentarnos al tsunami que tanta fuerza tuvo y tiene.

La verdad es que la globo-economía está en retirada. Fue dueña única de vida y hacienda. Nadie quiere matarla pero sí que su latifundio se reparta con igualdad.

Otra vez más Francia ha dado un ejemplo de democracia al mundo.

Se abre un compás de espera inquietante pero prometedor. El grupo de los 27 toma nota y se da cuenta de que su opinión vale y contribuye a dibujar el porvenir común.

En el ayer queda otra parte de la despedida de Sarkozy en la que exhibió una vez más la imagen que lo caracterizó durante su mandato… moi, moi, moi, moi (yo, yo, yo) y cómo el pobrecito se conduele al expresar que “hemos dado la batalla contra todas las fuerzas que nos atacaron”. ¿Las fuerzas del bienestar, del progreso, las que limpian la conciencia, las que ya no pueden más con la carga y las que surcaron la tierra a latigazos?

Bien distinto es lo que ocurre en territorio del Partenón. Los conservadores Antonis Samaras obtuvieron una pírrica ventaja en las urnas. La extrema izquierda se apoderó del segundo lugar y, como en Francia, el tercero lo ocupan los filofascistas que alzan la voz desde las cavernas que creíamos deshabitadas.

Nadie descarta que en breve Grecia vuelva a tener elecciones. Los resultados de los pasados comicios mantienen e incrementan la inestabilidad. Los ciudadanos están desorientados, se indignan pero no acaban de tomar posiciones sólidas. El voto fue contra la pobreza y la explotación. La filosofía del capitalismo brutal está herida. La sociedad busca la sobrevivencia por encima de cualquier teoría política existente. El Homo politicom se hace a un lado. Lo orillan, no lo toman en cuenta. Ha defraudado mucho, mentido; está manchado por la avaricia sin freno, tiene que cambiar de traje y para ello tardará un buen rato.

Si en Atenas se oye el SOS, el desempleo alcanza los niveles que en España, la precariedad crece, las protestas arrecian y cimbran cuerpos y mentes, significa que estamos al principio de un ajuste total del motor para que el coche no se convierta en chatarra.

Aquí, Mariano Rajoy se muestra reservón y quizás le favorezca la victoria de Hollande. Puede tener un apoyo y hasta un aliado, y ojalá que lo tenga, para que disminuyan las presiones que agobian la península, al exigir que España cumpla este año con la reducción del déficit público hasta el 5.3%, algo que será imposible a no ser que los recortes lleguen a las catedrales, a los palacios y a nuestra impecable monarquía.

Pero que no se haga ilusiones don Mariano, él no será el caballo escogido por Merkel. El puesto está reservado para Mario Monti o alguien parecido y bien domesticado.

Quedémonos con la frase y el adiós a Sarkozy: “Volveré a ser un francés más”.

Naturalmente, porque antes no lo era.