Ignacio Trejo Fuentes
(Primera de dos partes)

Trabajé para la Dirección de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes de 1978 a 1984. Me fui porque debía hacer una maestría en Estados Unidos. Presencié cosas terribles, como la infamia en contra de Gustavo Sainz, acusado de haber promovido un libelo contra la esposa del presidente de México, José López Portillo. Gustavo no fue: fue Abraham Orozco, no por mala leche sino por ignorancia. Me consta, y hablaré de ello en próxima entrega.

(Sólo Adolfo Castañón y su servidor han prestado más servicios al inba: ni Monsiváis, ni Carballo, ni Fuentes, ni Pacheco, ni Chema Espinasa; se acerca vertiginosamente Vicente Quirarte.)
Hace no mucho, un bribón de cuyo nombre sólo daré las iniciales: Epigmenio León, a quien colegas sacamos de la cárcel luego haber sido capturado con las manos en la masa de un automóvil, se atrevió a no considerarme como profesor del Diplomado en Literatura Mexicana (gran idea, ésta) por ser esposo de Ixchel Cordero: el vínculo era inapelable, aunque les comprobé que esa clase de relaciones es frecuente: tengo pruebas.

Ixchel trabaja en el Centro de Creación Literaria “Xavier Villaurrutia”, ubicado en la colonia Condesa. Coordina los “Paseos Literarios” de los domingos, y apoya al maestro Héctor Carreto en el Diplomado en Creación Literaria. Gran idea, repito.

¿Por qué ahora se llama Coordinación Nacional de Literatura del inba cuando antes se llamaba Dirección de Literatura? Cuando Sergio Galindo era director del Instituto consiguió que le quitaran la L al final: se llamaba Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, como si la literatura no fuese una de las bellas artes. Han vuelto a ponerle la L. ¿Razones? Ignorancia, atolondramiento.
Vuelvo al asunto del Diplomado. La coordinadora de Literatura del inba recibió instrucciones de otorgar una plaza a una dama cuyo nombre no puedo decir. Y eligió a Ixchel Cordero como blanco. Antes habían despedido a muchachos vulnerables. Ixchel se resistió a firmar su despido. Hablé con la coordinadora, y le ofreció las perlas de la Virgen: “¿Qué quieres”, dijo, “aparte de lo que la Ley te ofrece”. Hizo cuentas alegres, porque el Estado manda que nadie pueda despedir a empleados y compensarlos.

La coordinadora me preguntó: ¿Vas a publicar esto, Ignacio? Le dije que estaba ahí como conciliador. Hicimos un trato de respeto que ella traicionó.

Sé que la coordinadora es poderosa. Sé quién la protege; su hermana trabaja en conaculta.

¡Ah, olvidaba decirlo!

Le pregunté a la coordinadora sobre los cargos contra Ixchel. Dijo: “Es mi palabra”. “Son las suyas”, repliqué. La acusación consistía en que trataba mal a sus subordinados: sólo tenía una, su secretaria.

Luego, la coordinadora buscó firmas para probar la “ilegalidad” de Ixchel. Los muchachos y las chicas se negaron a firmar. Uno de los argumentos (tengo pruebas) es de que la despedida se negó a firmar un acuerdo para ser parte de un red social. Parece chiste.

Hubo una falsificación de firma. Y eso es delito grave. (Tengo pruebas.) El administrativo de la Coordinación de Literatura (el que le ofreció las perlas de la Virgen a Ixchel) fue cambiado; se le acusa de peculado (no tengo pruebas).

En fin.

Me dijo la coordinadora del Diplomado de Creación Literaria del inba que no renunciara, porque “soy un profesor estimado”. Renuncio porque no quiero tener ligas con alguien siniestra.
Le doy gracias Tere Vicencio (su padre fue un enorme tipo), a Javier y a sus gatos de la Coordinación: la coordinadora los agarró de cómplices.

Debo un par de trabajos pagados por el inba. Los cumpliré.

Si algo me pasa, mis amigos saben quién es responsable.

Además, ya se van.

Escribiré acerca de lo que vi y viví en Bellas Artes.