Joaquín Pérez Sánchez

Con el argumento de la “libertad de expresión”, el gobierno chileno permitió la realización de un “homenaje” al ex dictador Augusto Pinochet, hecho que provocó que miles de personas protestaran en las calles, hasta que las fuerzas de seguridad los reprimieron. El provocativo acto mostró que Chile está muy lejos de haber enterrado las heridas de la dictadura.

El pasado 10 de junio, en el teatro Caupolicán en la capital chilena, la Corporación Once de Septiembre y la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional, entidades que aglutinan a los más radicales simpatizantes del ex dictador, organizaron un provocador homenaje a Pinochet, que culminó con fuertes enfrentamientos en las calles, entre las fuerzas de seguridad y los detractores del acto.

En el acto de los simpatizantes de Pinochet se presentó un documental sobre el dictador que, según los organizadores “cuenta la verdad” de lo ocurrido en Chile durante el golpe de Estado en 1973 que marca el inicio de la dictadura pinochetista hasta su finalización en 1990.

Los familiares de las víctimas y los amigos de los asesinados, desaparecidos, torturados, así como ex presos políticos, pidieron al gobierno que prohibiera la realización del acto político, pero el gobierno chileno argumentó que en ese país “existe el legítimo derecho a expresarse”.

Ante la negativa gubernamental de impedir el “homenaje”, la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) decidió convocar a una manifestación pacífica de repudio, pero fueron impedidos de acercarse al lugar del evento, lo que provocó fuertes enfrentamientos.

Al cierre de este material extraoficialmente los medios de prensa reportaban al menos 22 detenidos y por lo menos 20 personas heridas. Los carabineros utilizaron chorros de agua y gases lacrimógenos para dispersar a los miles de manifestantes.

En el teatro, además de militares pinochetistas y familiares del ex dictador, también estuvo presente Miguel Méndez Piñar,  nieto de Blas Piñar, ex ministro del dictador español Francisco Franco y Joseph Torres, presidente de la juventud cubana en el exilio, entre otros representantes de organizaciones ultraderechistas.

Aunque al acto no asistió ningún miembro del gobierno chileno, los familiares de las víctimas lo acusaron de tomar partido con los fascistas ya que permitieron el acto y además las fuerzas de seguridad reprimieron las protestas.

En este contexto, queda claro que con esta provocación, se mostró que las heridas provocadas por la dictadura siguen abiertas y todavía muy lejos de encontrar un cauce de reconciliación.