Sonora despedida al panismo
Guillermo García Oropeza
El 23 de junio se cumplió en Guadalajara un curioso aniversario político: hace cuatro años, el gobernador panista en un acto público y en efusivo estado de ebriedad y para mayor inri, enfrente del cardenal Juan Sandoval, le mentó la madre a todos los jaliscienses que no estuvieran de acuerdo con él.
Pues bien, la memoria colectiva funcionó y la ciudadanía decidió celebrar el aniversario de la mentada del señor gobernador llevando a cabo una megamentada frente al lindo y barroco Palacio de Gobierno de Guadalajara.
Allí en la Plaza de Armas que luce un kiosco francés que nos regaló don Porfirio se reunieron cinco mil personas para gritar tres veces a coro: “¡Emilio González Márquez, chinga… tu madre!”, y por cierto que como el estruendo de la megamentada alcanzó, según los técnicos, los 225 decibeles, esto implica que se alcanzó un récord mundial Guinness en el que me imagino es un muy exclusivo renglón de las mentadas ciudadanas.
Y este incidente se da a los pocos días de que el PAN sufra lo que seguramente será una espectacular derrota en sus ambiciones por seguir gobernando Jalisco, tras de tres sexenios que desaparecen con lo que el viento se llevó y que dejan una huella de ineptitud y decepción.
Y Jalisco fue, al parecer, un estado que los altos poderes, en su momento, entregaron al PAN cuando el desconocido Alberto Cárdenas Jiménez “derrotó” al carismático y popular candidato priista Eugenio Ruiz Orozco, que había sido un exitoso alcalde de Guadalajara. Cárdenas Jiménez, que se había formado como ingeniero en un tecnológico pueblerino y se había ido a España becado para especializarse en la fabricación de papitas fritas botaneras (no estoy bromeando, conste), fue dijéramos caritativamente un gobernante pintoresco.
Entre sus puntadas estuvo la de proponer que se hiciera una ciudad satélite, pero no para Guadalajara sino para su pueblo, Zapotlán, una especie de Brasilia con sombrero charro y su declaración de gobernar siguiendo la doctrina social de la Iglesia, aquélla de León XIII. Cárdenas Jiménez, que nunca pudo aprender a hablar castellano de corridito y cuyas pifias verbales son perlas verdaderas, tuvo sin embargo suerte y llegó a ser secretario de Estado y precandidato a la presidencia de México y luego ciceroniano senador de la República, y ahora aspira a gobernar Guadalajara o llegar, al menos, a regidor.
El siguiente gobernador panista, Paco Ramírez Acuña aunque de estilo muy tricolor fue víctima de Felipe Calderón a quien en su momento destapó en Jalisco y que luego lo nombró secretario de Gobernación, puesto del que fue desalojado para dejar su lugar al valido y muy querido Mouriño, el que misteriosamente se cayó con su avión en plena ciudad de México.
Afortunadamente, Paco, que es hombre profesional e inteligente, se salvó de la debacle actual del blanquiazul asilándose como embajador nuestro en Madrid. Y sólo queda el megamentado Emilio cuya sonora despedida lo es también para un panismo que traicionó su vieja tradición, y que llegó al poder y una vez en él no supo ni qué hacer…
