Gravísima situación—Tienes un día más. Un día de gracia.

—No, ya no hay tiempo.

—Jóvenes, debemos partir con nuestros secretos.

—Hay que matar a los hombres para creer en ellos.

Carlos Fuentes

 

 

Regino Díaz Redondo

Madrid.- Para Alemania, la salida de Grecia del euro “no causaría grandes problemas”, dice el ministro de Finanzas Michael Wolfgang Schauble; mientras, en España vivimos en un continuo sobresalto: colocar deuda pública alcanza ya el 6.4% de interés —el 7% es el límite para ser intervenidos—, la prima de riesgo aumenta a 490 puntos, disminuyen la inversión extranjera y las exportaciones y el gasto se reduce.

En ese país el rescate tiene sus bemoles. Los 80 mil millones de euros aprobados para que salga del atolladero no irán a las arcas del Estado sino a los bancos acreedores que son alemanes y franceses. ¿Qué tal?

Cunde en el grupo de los 17 la idea de “un divorcio amistoso” si los helenos no pueden cumplir con el pacto fiscal firmado. La intranquilidad y la violencia están apoderadas de Atenas. Se suceden cotidianamente los enfrentamientos, aumenta la miseria y hay mujeres que abandonan a sus hijos en guarderías porque no pueden mantenerlos.

El presidente del Consejo de Estado encabezará un gobierno provisional hasta el 17 de junio en que se cita a nuevas elecciones generales. El colapso se apropia de la vivienda griega y los líderes continentales apenas se dan por enterados.

La situación es muy grave y el límite del aguante llega a su fin.

Pocas imágenes se ven sobre los disturbios cotidianos en la patria de Sófocles. Periódicos, la radio y la televisión procuran ser cautos, por miedo o por órdenes; no le echan más leña al fuego.

A sabiendas de que las llamas están acercándose a la península inexorablemente.

La magnitud del problema obliga a buscar soluciones imaginativas. Una de dos: fortalecemos la eurozona o se rompe el pacto continental. Así están las cosas.

 

No convencen los ajustes

Aquí, el programa de “ajustes” del gobierno no convence a la eurozona y los bancos españoles tienen invertidos 304 mil millones de euros en créditos inmobiliarios, casi imposibles de rescatar.

Ya operan, oficialmente, supervisores de nuestras finanzas enviados por Bruselas para ver si no mentimos. En medio de esta incertidumbre, el partido en el poder acusa al Banco de España de indolencia e ineficacia.

Este año el país debe pagar 47 mil 990 millones de euros por los créditos vencidos entre junio y octubre, algo difícil de lograr.

Las radicales medidas tomadas para reducir el déficit no calman a los mercados, especulan a su antojo. Por tanto, Luis de Guindos, ministro de Economía, acaba de manifestar: “Hemos hecho nuestros deberes, ahora falta que la comisión europea colabore para salir de la crisis”.

Por si fuera poco, se esperan más “nacionalizaciones bancarias” y se sabe de una nueva inyección de 5 mil millones de euros más a Bankia, cuyas acciones han perdido el 50% de su valor.

Vivimos momentos tan tensos como cuando Lehman & Brothers quebró y desapareció.

En la reunión entre François Hollande y la canciller Angela Merkel, sólo quedó claro que Francia no ratificará el Pacto Fiscal aprobado hace dos meses. Hasta ahí la noticia, después sonrisas y halagos mundanos. Nada sobre el cambio absoluto de las estructuras sociales de la Unión Europea. Seguimos por el escabroso sendero, sucio y empolvado de siempre.

La primera ministra alemana insiste en anteponer la austeridad a la emisión de eurobonos que permitiría el crecimiento.

 

Ya no hay tiempo

Pese a sus continuas derrotas políticas en el interior, a la embestida social-demócrata todavía no la orillan a modificar el rumbo. Quizá sea una treta para darse un tiempo. Ojalá. Pero es que ya no hay tiempo. El partido ha terminado y es preciso ir a penaltis, lo que ningún equipo desea porque el resultado quedaría, únicamente, en manos de la suerte.

La hoja de ruta está manchada, desleída, casi indescifrable y los Estados miembros de la comunidad europea tienen presbicia o no saben leer.

La obsesión —maldita obsesión— es sanear el sector bancario. Antes, nada. Y a la nada iremos derechitos sin remedio.

En este horizonte, la marca España no vende. Pero tal parece que el neoliberalismo de Mariano Rajoy, tampoco. Por fortuna, los ciudadanos siguen siendo profundamente europeístas y esta posición mitiga los golpes a la economía de los bolsillos de trabajadores y pequeños empresarios.

Hay que meterse en el estómago de los banqueros. Operarlos para reducir su volumen con el fin de que coman menos. O darles algún laxante para la digestión.

Por doquier se sabe de la fuga de capitales hacia tierras más fértiles. No quieren apuntarse a la “amnistía fiscal” tan cacareada por las autoridades.

Ellos, a lucrar en otros países donde son bien recibidos, sin pedirles cuentas.

Paralelamente, en las protestas ocurridas en Madrid y otras capitales españolas, los Indignados reafirman su derecho a cambiar las estructuras sociales y políticas. La democracia real ya da, otra vez, un ejemplo y es una esperanza inagotable.

La Puerta del Sol se llena de sueños; publica folletos para reforzar el rechazo a los partidos políticos tradicionales. Brilla la cara de los allí congregados. Un hombre de 77 años charla, animadamente, con una muchacha de 20. Ambos están de acuerdo en que el Establishment murió.

Tres generaciones se unen con el mismo propósito: la transformación del sistema global con medidas que sirvan para emancipar a los esclavos del dinero.

En un recorrido o un simple paseo, si nos dejan, por Sol, puede leerse en muchas pancartas y en videos mofas que ridiculizan a todos los partidos políticos sin excepción:

Aparece San Pedro abriendo las puertas del paraíso a un grupo de personas que tocan con insistencia: “Bienvenidos al cielo. Aquí no hay trabajo, ni escuelas, ni hospitales, ni bomberos, ni comedores para pobres, ni ideologías, ni…” —le interrumpen con una exclamación conjunta—: “Coño, España”.

Otra: “Se necesitan huelguistas para huelga general, se le dará bocadillo. No es preciso adjuntar currículum. Presentarse en las oficinas de la UGT y de las CC.OO”.

Más: Varios elefantes aparecen en una carretera africana. Abandonan los matorrales y ven venir un coche. Inmediatamente, huyen despavoridos y exclaman: “Joder, el rey”.

En las pequeñas pantallas aparecen frases contundentes: No hay pan para tanto chorizo…. Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir… Me sobra mucho mes al final del sueldo… Mariano, no llegas al verano…

En niños y adultos se nota la firmeza pero acompañada por estentóreas sonrisas. Contagian el entusiasmo. En el centro de la plaza rodean la estatua de Carlos III y, al fondo, acampan frente al ex Ministerio del Interior y ahora sede de la Comunidad de Madrid. Las autoridades protestan: “son violentos que manchan la buena imagen de España”, estribillo de Esperanza Aguirre.

Da gusto encontrarse con jóvenes y viejos llevando letreros: “Estamos construyendo una nueva civilización…: no os preocupéis, hay dinero para Rato (Rodrigo Rato, exdirector del FMI y ex de Bankia que se jubiló con un sueldo de 68 millones de euros).

 

Ríe, payaso, ríe

Pobres bancos, pobres banqueros, son culpables de todos los males, la plebe los acosa sin razón. Se debe crear un Movimiento para la Defensa de la Banca. Sus argumentos irrefutables. “No todos somos malos; además, hubo otras crisis, la Segunda Guerra Mundial, los terremotos, los tsunamis, accidentes de carretera, en ferrocarriles, caída de aviones” y múltiples catástrofes. Ellos son víctimas de locos que matan en ataques suicidas, de los que asesinan en nombre de las religiones y se suicidan brokers. “Hay hombres de negocios arruinados”, dicen.

Tienen razón. Hay que revindicar a los financieros que nos dan de comer. ¡Son tan piadosos!

Hagámoslo ya, antes de que fallezcan, aunque no vamos a lamentarlo.