Vázquez Mota y el PAN

Guillermo García Oropeza

Suponiendo, sin conceder, que podamos creer en las encuestas, parecería que una cosa es segura: que el PAN no ganará las elecciones presidenciales ni en algunos estados clave como Jalisco, y que perderá estrepitosamente en la ciudad de México, donde la improvisada presencia de la señora Isabel Miranda de Wallace resulta patética, de pena ajena.

Para revertir todo esto serían necesarias acciones extraordinarias como un evento provocado y dramático que “justificara” suspender las elecciones, una participación radical de la Iglesia para mantener su partido en el poder o el estallamiento de una verdadera bomba atómica en el curso de la guerra sucia. Nada de esto, o todo junto, es imposible y el mes de junio será, hasta el último momento, de suspenso. Y es que se dice a voces que Felipe Calderón no quiere, cueste lo que cueste, presidir la derrota y exilio del PAN del territorio del poder.

Porque para los que intentamos mantenernos aparte de las manipulaciones del grupo en el poder esto parecería ser una tendencia histórica innegable: el PAN que tardó sesenta años en llegar a Los Pinos se ve, de repente, reducido a ser la tercera fuerza política nacional y a perder territorios como el corredor cristero del centro occidente, que le da la espalda y elige a un priista en Michoacán, corre al PAN de la zona metropolitana de Guadalajara, que se suponía ser un bastión blanquiazul, y amenaza sacarlo igualmente de Guanajuato.

Este corredor cristero equivalente nacional del fundamentalista Bible Belt norteamericano, y donde el cardenal jubilado Juan Sandoval convoca a los católicos a no votar por “candidatos bonitos y con copete” y que siempre llevó una guerra personal contra la impía izquierda mexicana que legalizó el aborto y el matrimonio de esos homosexuales que “le dan asquito” al devoto gobernador de Jalisco.

Si todo esto es cierto, estaríamos contemplando el principio del fin de un PAN poderoso que gracias al fenómeno Vicente Fox (y a ciertos supuestos arreglos) llegó con fanfarrias al poder con el milenio.

Y, por cierto, que yo encuentro de lo más divertido que sea el mismo Fox quien hoy predice la victoria de Peña Nieto, mientras el ejemplar yunquista Manuel Espino invita a los panistas a evitar, mediante su voto útil, al PRI que la izquierda gane en México. Y ante esta debacle anunciada del PAN, Josefina no tiene, ni modo, la figura de una Santa Juana de Arco que una a rey y pueblo en la lucha contra los malos.

Esta Josefina que alguien definía como una nuez porque no es ni guapa, ni sexy, ni elocuente, ni intelectual, ni impresionante, ni carismática, ni tiene la experiencia de gobierno necesaria. Una Josefina que hizo carrera en las grillas de su partido y que si resultó la elegida por el PAN, como su mejor opción, nos demuestra lo mal, lo lamentable que anda ese blanquiazul que se hunde en su ocaso.