Falta de hombría

 Guillermo García Oropeza

En esta temporada electoral se están viendo cosas grandes y maravillosas, una de ellas es la hora de los traidores. Es decir, esos momentos, que debemos recordar, donde algunos políticos hacen un espectáculo de su bajeza moral, de su ignominia.

Y ahí tienen ustedes esa lamentable farsa (que sería divertida si no fuera tan rastrera) de un grupo de súbitos partidarios de Enrique Peña Nieto que incluía al tal Manuel Espino, antiguo dirigente de la más extrema derecha dentro del PAN, y a Rosario Robles, la que todo le debe a Cuauhtémoc Cárdenas y que gobernó para el PRD la ciudad de México; y aunque Rosario ya “había dado de que hablar”, como decían nuestras abuelas provincianas, con sus amores con Ahumada, nunca había descendido tan bajo como en este sainete de traición colectiva. Y si bien dicen los anglosajones que “la política hace extraños compañeros de cama”, creo que la cohabitación electorera de Rosario y de Espino supera todas las marcas nacionales hasta ahora.

Y mientras Rosario tuvo su mejor época cuando era alta funcionaria perredista, Espino fue un siniestro personaje en su paso por Acción Nacional, como cabeza visible del más inconfesable grupo dentro del blanquiazul ligado con facciones fascistas, fundamentalistas y violentas. De ahí que hayamos encontrado tan dispareja esta pareja unida por la ambición oportunista.

Pero todos estos horrores palidecen frente a la traición de Vicente Fox a la pobre Josefina, a la cual se le hunde por momentos el barco y a quien Vicente le da, como dice la frase a la moda, “una cuchillada por la espalda”. Y eso pese a que un tiempo atrás le hubiese dado su amor en público. Fox que traiciona a Josefina y a ese PAN que lo llevó a Los Pinos.

Y hay que detenerse en la curiosa relación de Fox con Acción Nacional. Porque Fox llegó muy tarde al PAN tras de una mediocre carrera como empresario de segunda y empleado de primera de una transnacional de todos conocida. Y aunque ignoro los detalles del proceso que lo llevaron a ser candidato presidencial del blanquiazul, lo cierto es que por forzado arreglo o victoria real, haiga sido como haiga sido, Fox llegó a la presidencia, con lo que se convirtió en uno de los poquísimos hombres muy importantes en el partido, como Gómez Morín, Luis H. Alvarez o Maquío. Y ahora este gran panista sale a pedirle a sus seguidores (si aún le queda alguno) que voten por ese PRI que él había heroicamente sacado de Los Pinos.

Y en la larga y poco gloriosa historia de la política mexicana ningún expresidente había jamás traicionado a su partido ni había apuñaleado a su candidato(a) y de paso a su sucesor presidencial. Y esta traición no la refiero yo a la Etica, así con mayúscula, lo que sería mucho pedir, sino a la básica lealtad de alguien con su pandilla política (que en una pandilla delincuente se castigaría con la muerte) o si lo quieren poner de otra manera, a una manifestación de simple y cruda falta de hombría.