Lavado de dinero sin combate real

Magdalena Galindo

La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés) publicó la semana pasada su informe anual que muestra el crecimiento acelerado del crimen organizado en el mundo.

Hace apenas una década, si mal no recuerdo en 2003, la misma ONU, en una estimación entonces tímida, puesto que se iniciaba en la sistematización de los datos, calculaba que las ganancias que obtenían las corporaciones delincuenciales en el planeta sumaban alrededor de 570 mil millones de dólares. Ahora, con un mayor conocimiento de los datos, estima que el negocio ilegal asciende a unos 870 mil millones de dólares.

De los campos que abarca el crimen organizado, que está clasificado por la ONU en varias ramas, el rubro más lucrativo, desde luego, es el tráfico de drogas, el cual reporta aproximadamente 320 mil millones de dólares a los cárteles transnacionales. Le sigue la llamada piratería industrial que proporciona unos 250 mil millones de dólares. En seguida, aunque con mucha distancia, está el tráfico de personas con 32 mil millones, de los cuales sólo el tráfico de migrantes aportaría 7 mil millones.

Otra rama del crimen organizado se sitúa en la explotación del medio ambiente, en la que el tráfico de maderas preciosas importa alrededor de 3 mil 500 millones de dólares, mientras el de marfil, los cuernos de rinoceronte o en general el tráfico de animales o sus partes, proporciona alrededor de 75 millones de dólares.

La simple lectura de las cifras comprueba que el crimen organizado ha dejado en el pasado su etapa artesanal, para convertirse en ramas de la gran industria internacional y que hoy  es sin duda, junto al sector financiero (del cual también forma parte importante), la rama más dinámica en la acumulación de capital. Basta recordar las comparaciones de la propia UNODC, que advirtió que el negocio del crimen organizado es equivalente al 1.5 % del producto bruto mundial, es decir de todo lo que se produce en el mundo, y es igual también al 7 % de todas las exportaciones del planeta.

Como se sabe, hasta hace unos años, la participación de México en la producción y el comercio mundial del crimen organizado era modesta, sin embargo, en las dos últimas décadas, nuestro país se ha convertido en uno de los centros importantes. También la semana pasada, el Departamento de Estado de nuestro vecino del norte informó, de nueva cuenta, que según sus investigaciones en México el lavado de dinero sólo de los cárteles de la droga suma entre 19 y 39 mil millones de dólares.

La cifra es escandalosa en dos sentidos. Por un lado, porque significaría el lavado de más de 500 mil millones de pesos que es un altísimo monto, algo así como un cuarto del presupuesto federal.

Por otro lado, porque muestra lo poco o nada que se hace para detectar las operaciones financieras ilícitas que constituyen el área fundamental para combatir el crimen organizado. Basta mencionar que la Unidad de Inteligencia Financiera se limita a informar que se detectan entre 63 mil y 50 mil operaciones “poco usuales” al año, pero no se sabe que sus acciones lleguen más allá de la detección y el registro estadístico.

Mientras a diario se informa de los muertos que hoy se acercan a los cien mil en la administración de Calderón, no hay noticias de detenciones por lavado de dinero. Claro, es que se trata del sector financiero que, como es sabido, es la fracción hegemónica del capital.