La debacle está tocando la puerta
Vive el momento porque
vas a morir pronto.
Horacio
Regino Díaz Redondo
Madrid.- Por si fueran pocos los males que nos agobian —recesión, rescates, subidas del IVA, profundo descenso en el nivel de vida, deterioro de la imagen del país y un gobierno que no se controla ni a sí mismo—, resurge con gran ímpetu el separatismo peninsular.
Exigencias de vascos y catalanes
Las descarnadas exigencias de los vascos y catalanes aumentan aprovechándose de la pérdida de credibilidad de la nación y se manifiestan agresivamente exigiendo canonjías que no merecen dentro de un ambiente en el que los ciudadanos de esas dos comunidades simpatizan cada vez más con los planes independentistas de políticos sin ninguna conciencia de unidad.
BILDU y el Partido Nacionalista Vasco protagonizan en los últimos meses una escalada de inconformidad hacia el gobierno central que éste no sabe cómo contrarrestarla.
A partir del 20 de octubre, ambos organismos formarán gobierno en Euskadi. El primero no tiene ningún empacho en demostrar abiertamente su deseo de abandonar España y convertirse en una nación dentro del continente.
Iñigo Urkullu, del Partido Nacionalista Vasco, quizás con mayor cinismo, alienta dichas aspiraciones y obtiene beneficios dentro del Parlamento adoptando una actitud oscura y evidentemente antiespañola disfrazada de reivindicaciones insostenibles e injustas.
Convergència i Unió y Ezquerra Republicana, en Cataluña, desempeñan papeles similares. El portavoz Josep Antoni Durán i Lleida, como siempre, quizá ahora con mayor descaro, apoya las manifestaciones que se hacen en la Díada — festejo catalanista por excelencia— y da el visto bueno a cuantos consejeros y diputados quieran asistir a los festejos y ceremonias que se efectúan en esa conmemoración.
España, en un punto clave
Ha llegado el momento en que España tiene que redefinir su posición en el contexto europeo y ser absolutamente clara en cuanto a las medidas que se tomen para fortalecerse, y evitar ambigüedades que sólo propician pérdida de su peso específico ante las demás naciones del continente.
Sería de párvulos no entender que el momento histórico por el que atraviesa la nación requiere de personas dispuestas —como ha ocurrido a lo largo de su historia— a sentar un precedente que nos coloque en el lugar adecuado. Por el momento, no se vislumbra en ningún partido político la intención de recomponer con seriedad las piezas de nuestro mapa que estamos desdibujando por negligencia, egoísmo y falta de visión.
Difícil será rediseñar la presencia española en el contexto internacional si no se hace ahora. No es tremendismo sino realidad. Esta situación no puede ni debe continuar porque la mayoría de los españoles no lo merecen.
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, se ha convertido en el protagonista principal de los títeres que mueve la Unión Europea a merced de Alemania, Holanda y Austria.
Françoise Hollande, presidente de Francia —en este momento la única esperanza para evitar que Europa se hunda aún más— parece haber sido domesticado o medianamente convencido por la canciller alemana Angela Merkel de que hay países de primera y de segunda en nuestro entorno.
La salud económica española depende de las decisiones que tome el Banco Central Europeo que, presionado por el Bundesbank, aún no se atreve —ojalá lo haya hecho cuando este artículo se publique, el domingo 9 de septiembre— a emitir eurobonos para comprar deuda de España e Italia. Amenaza Jens Weidmann, presidente del banco central alemán, con dimitir si esto ocurre.
Ante tal disyuntiva, Mario Draghi titubea y repiensa lo que sería un natural rescate de ambas naciones.
Preguntas a doña Angela Merkel
Es incomprensible la posición de los países miembros de la Unión Europea —son 27— que permanecen callados pese a la necesidad de soluciones prácticas, rápidas y claras de los problemas de sus Estados miembros.
¿Cuál unión existe si los gobiernos que tienen voz y voto rehúyen afrontar responsabilidades para fortalecer el proyecto europeo?
¿Cómo puede seguir adelante esta brillante idea si los gobiernos neoliberales que dominan en la zona se pliegan a las exigencias de la troika sin darse cuenta que, a la larga, todos saldrán perjudicados?
La unidad europea está a punto de convertirse en una entelequia por la falta de criterios fuertes y solidarios. No sólo está en peligro la desaparición del euro sino, y no es un eufemismo, también la Unión Europea que permanece estancada desde hace casi cuatro años.
¿Qué quiere doña Angela Merkel, tener una eurozona a su gusto y placer aunque la conformen sólo unos cuantos países elegidos por ella?
¿A qué aspira la jefa del gobierno alemán, cuya hegemonía se ha convertido en una amenaza —ni ella siquiera lo pensó— para el bienestar de casi 500 millones de habitantes?
¿Acaso considera que podría formarse un gobierno de mayoría alemana para regir los destinos de Europa?
¿Cree Merkel que su prepotencia, que responde a ilegítimos intereses de su país, no tiene fin?
Está claro que esta preeminencia conforma el pensamiento de una élite de su pueblo. Ejemplos claros de que las imposiciones terminan mal, los tenemos en la historia reciente de cuyo resultado no quiero acordarme.
El tiempo se ha terminado. Anecdótico es comprobar que las ayudas económicas aprobadas para “salvar” España e Italia hace año y medio aún no han sido proporcionadas en efectivo a estos países.
A punto de la metástasis
Los miles de millones de euros que tan eufóricamente se aprobaron para destinarlos a tal fin siguen en las arcas de la troika. De ellos, ni sus luces. Es grande el desgano de las instituciones europeas por cumplir con su deber y la debacle está tocando la puerta.
Desde los más conspicuos expertos en asuntos europeos hasta la gente trabajadora, se dan cuenta que todo está a punto de saltar por la borda. Y que el futuro está lleno de negros nubarrones, cuyas descargas nos harán trizas.
Sobran las cumbres prosopopéyicas. Son ineficaces y sólo sirven para pronunciar discursos con promesas que nunca se cumplen. Los europeos están hartos de estas reuniones que además cuestan mucho dinero.
Si quieren, llámenlo ajuste para que nadie se aterrorice. Pero llévenlo a cabo. El interés general está por encima de la especulación que nos domina.
Por este camino no vamos a ninguna parte. Está comprobado, hay que cambiar. No tiene vuelta de hoja. Los parches son inútiles. Se modifica de raíz el sistema financiero internacional o desaparecemos socialmente.
Europa tiene cáncer y está a punto de la metástasis. ¿Qué va a pasar?