Muchas cosas están de lo más emocionante

Guillermo García Oropeza

Cuando escribo estas líneas no sé si hoy se acabará el mundo de acuerdo con la profecía maya, un final que quizá sea deseable porque sería corto y violento y no la larga agonía de un planeta contaminado y sobrepoblado con sociedades incapaces de dar trabajo a tantos y tantos. Quizá esté proyectando mis preferencias de muerte personal: un infarto o una muerte asistida aunque tenga que irme a morir a Holanda, y no una enfermedad larga sin curación ni sentido, pegado a una máquina de hospital que además no puedo pagar. Pero volvamos al tema: este año en que pasaron muchas cosas cuyas consecuencias no podemos prever, y es que entre tantas cosas no creo en las profecías y creo que la historia quizá no tenga un sentido ni vaya hacia la utopía, sino que sea como dijo aquel pensador norteamericano “una maldita cosa después de otra maldita cosa”. Así que sólo quiero apuntar ciertas cosas que sucedieron en este 2012 y que creo que merecen un comentario, como el premio Nobel de la Paz a Europa, que después de miles de años de sufrir guerra tras guerra, imperio tras imperio, por fin ha estado unos añitos en paz (olvidando, claro, el cruel desmembramiento de lo que era Yugoslavia y alguno que otro terrorismo). Es como un alcohólico que lleva unos mesecitos sin tomar…

El otro evento es un curioso aniversario: los noventa años del ascenso al poder de Benito Mussolini, algo que muchos dirán que ni nos va ni nos viene, pero para los que somos adictos a la historia representa la aparición del fascismo que no sólo triunfó por muchos años en una gran parte de Europa (no sólo Italia, claro) sino que en diversas formas afectó la América latina y que está presente en diversas formas en muchas sociedades . Un libro excelente de Max Gallo llamado L’ Italie de Mussolini me sedujo con su retrato de ese genio maligno pero siempre genio que, como alguien dijo de Santa Anna, “todo lo ganó y todo lo perdió”, y que es el innegable fundador del estilo político predominante con su manipulación mediática, con el corporativismo, con su deseo de alcanzar el poder total. Y me he preguntado muchas veces si el Mussolini joven, de los años veinte, no influyó sobre esa personalidad lejana de Plutarco Elías Calles, nuestro fundador del sistema quien, a la mexicana, quizás adoptó algunas cosa del italiano, llamado Benito en honor de Juárez, para su proposición revolucionaria y nacionalista. Y acordémonos de las “camisas rojas” de un México radical inspiradas en camisas negras o los sinarquistas que llevaban espiritualmente las camisas azules del nacional-catolicismo… azules como en el blanquiazul.

Bueno pero también hay cosas lindas para recordar, como mi maestro Oscar Niemeyer que murió de ciento cuatro años y aún trabajando en la creación de la gran arquitectura brasileña que demostró el genio del mundo tropical y que coincidió con una gran época de la arquitectura mexicana, aquella de O´Gorman, el maestro Villagrán y la Ciudad Universitaria. Niemeyer que hace la catedral católica más bella de la modernidad y también hace en Francia el edificio del partido comunista. Y también se murió Ravi Shankar que nos descubrió la música de la India, riquísima, compleja, sensual, obsesionante que coexiste con lo mejor de la música de la juventud occidental, como Los Beatles. La India que ya no es la colonia sojuzgada que libera el espíritu de Gandhi sino una potencia emergente como dicen que va a ser México… “pos sepa, a la mejor, si tú lo dices”, me comentaría mi nana, sólida y dulce como Tonantzin, nuestra diosa madre. Y la esperanza del gran matriarcado con Angela Merkel y la jefaza del querido Brasil y la brava Cristina Argentina y hasta en corea. Sólo falta que las musulmanas tiren a la basura el chador. Quizá sea mejor que no se acabe el mundo porque muchas cosas están de lo más emocionante.

Feliz año a todos.