La burguesía mexicana es insaciable

Magdalena Galindo

Es sabido que lo habitual es que los salarios mínimos se fijen cada año en diciembre para que su vigencia comience el 1 de enero. Esta vez, sin embargo, con cierta prisa, se establecieron el 26 de noviembre de 2012 y comenzaron a regir al día siguiente. No obstante, con el cambio de gobierno y la provocación organizada para ese día que dio lugar a la aprehensión de 46 personas que, afortunadamente, están, aunque sujetas a proceso, ya libres, gracias a la rápida movilización y solidaridad de diversas organizaciones y ciudadanos, se prestó poca atención a la revisión de los salarios mínimos.

La decisión es importante porque afecta, en primer lugar, de manera directa, a alrededor de dos millones de trabajadores que, según diversas estimaciones, están en ese nivel de ingreso. Además, porque el porcentaje de aumento al salario mínimo, (desde 1977, en que, por recomendación del Fondo Monetario Internacional se establecieron como política no explícita, pero cumplida sin excepción, los topes salariales) es el que rige para todas las revisiones contractuales de los salarios, lo que quiere decir que todos los trabajadores del país sufrirán en este año el exiguo aumento de 3.9 por ciento.

El salario mínimo que regirá en este 2013 es para la zona A de 64.76 pesos diarios que equivalen a mil 942 pesos mensuales, y para la zona B de 61.38 pesos diarios, o sea mil 841 pesos mensuales. Dicho en otras palabras, los trabajadores de la zona A recibirán un aumento de 2 pesos con 43 centavos, y los de la zona B, de 2 pesos con 30 centavos. Por supuesto que para intentar justificar el porcentaje de 3.9%, la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, en la que participan representantes de los patrones, del gobierno y supuestamente de los trabajadores, argumenta que el aumento se fija de acuerdo con la inflación que se espera en este año que comienza, pero en primer lugar hay que señalar que todos los años la inflación real supera la que se esperaba en las previsiones gubernamentales, lo que ha significado que en estos 35 años de topes salariales, los que van de 1977 a 2012, todos los años, con excepción de uno en el sexenio de Carlos Salinas y otro en el de Vicente Fox, los salarios han perdido poder adquisitivo, es decir, se han reducido en más del 70%. Dicho de otra manera, los trabajadores reciben hoy menos de 30% de lo que ganaban en 1976.

Y aparte de que siempre la inflación real supera la esperada, y por lo tanto implica un deterioro de las condiciones de vida, habría que preguntarles a los señores de la comisión, quién les ha dicho que una familia puede vivir con mil 942 pesos mensuales, de modo que ellos sólo tengan que preocuparse por que el aumento a los salarios sea cercano a la inflación para que las cosas, supuestamente, se mantengan en el mismo nivel.

Y es que la llamada competitividad del país en el entorno internacional sólo se ha basado en que los salarios de los mexicanos se ubiquen entre los más bajos del mundo, a través de la política de los topes salariales que ha determinado la disminución de los niveles de vida de los trabajadores y que ha llevado, al mismo tiempo, a una de las desigualdades más agudas en el planeta. Ya el colmo, que no se puede imaginar tal grado de cinismo, es que ante la decisión de homologar las antiguas áreas A y B en la nueva A y que la antigua C pase a nombrarse B, el representante de la Confederación Patronal de la República Mexicana haya registrado su voto en contra argumentando que no se justifica un aumento extraordinario de 1.76 pesos para los trabajadores que pasan a formar parte de la zona A. De verdad, no es exageración, la burguesía mexicana es insaciable.