Joaquín Pérez Sánchez
Como si faltara algo más que nos indicara el complejo nivel de crisis global que se vive actualmente, el Papa Benedicto XVI anunció su renuncia al cargo como máximo jefe de la Iglesia Católica, abriendo un escenario inédito en los tiempos modernos en el seno de una de las instituciones más poderosas del mundo, que se encuentra en una de sus peores crisis.
Al cierre de este material, una noticia recorría el mundo, generando asombro, el Papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) anunció que “renunciará” el próximo 28 de febrero, por considerar que ya no tiene fuerzas para ejercer “bien el ministerio que le fue encomendado”.
El Papa, quien cumplirá 86 años el 16 de abril próximo, anunció en latín —durante una ceremonia de canonización celebrada el 11 de febrero— que “siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma”.
Con ello se hizo realidad la declaración que hizo el propio Ratzinger hace dos años al periodista alemán Peter Seewald, en una entrevista que se convirtió en libro (Luz del Mundo). En esa ocasión, Benedicto XVI dijo que “cuando un Papa alcanza la clara conciencia de no estar bien física y espiritualmente para llevar adelante el cargo confiado, entonces tienen el derecho y en algunas circunstancias también, el deber de dimitir”.
Independientemente de la validez de la reflexión papal, el hecho no deja de ser excepcional, sobre todo, porque durante su papado, la Iglesia Católica ha vivido una de sus peores crisis en la historia moderna, envuelta en escándalos de abuso sexual (pederastia), negocios financieros oscuros y el último, el llamado “caso VatiLeaks”, donde se filtraron a la prensa documentos “reservados de la Santa Sede”, los cuales evidencian una encarnizada lucha de poder en el seno de la Iglesia.
Los escándalos han acompañado a la Iglesia Católica a lo largo de su historia (1700 años), pero en la época moderna y particularmente en la última década, el escenario de crisis se ha recrudecido y atraviesa todos los componentes del sistema económico mundial. Así, por ejemplo, los casos de abuso sexual se han multiplicado aumentando el desprestigio de la Iglesia, pero también, minando sus finanzas.
De acuerdo con una investigación periodística publicada por The Economist, en Estados Unidos, muchas de las diócesis tienen serios problemas de liquidez, debido a las cuantiosas multas e indemnizaciones que han tenido que pagar a las víctimas de los sacerdotes pederastas. Además, otras publicaciones periodísticas han revelado los negocios inmobiliarios que presuntamente maneja el Vaticano, en Reino Unido, Francia y Suiza, entre otros países.
Es en este contexto que se produce la renuncia de Benedicto XVI, quien se va como llegó, entre profundas contradicciones en el seno del poder del Vaticano. Hay que recordar que el Papa fue elegido en abril 19 de 2005, después de la muerte de Juan Pablo II, en medio de fuertes críticas por su pasado. Ratzinger perteneció a las juventudes hitlerianas en su juventud, y después, ya en la Iglesia, como Cardenal se desempeñó durante 24 años en la Congregación de la Doctrina de la Fe.
La renuncia del Papa no es la primera en la historia de la Iglesia Católica, pero resulta extraño que ocurra en la actualidad, ya que la última que se registra fue en 1415, cuando dimitió Gregorio XII.
Ahora habrá que esperar hasta la próxima “fumata” (humo blanco que anuncia el nombramiento del Papa) para saber quién estará a cargo de la Iglesia Católica.