En torno del affaire/II y última
Guillermo García Oropeza
Decíamos que gracias a la aberrante justicia de Calderón tuvimos nuestro affaire muy a la francesa. La víctima o protagonista, llámele como quiera, fue la citoyenne Florence Cassez que fue recibida como una verdadera heroína nacional en París por el presidente Hollande, y que dejó en México una curiosa situación y es que los mexicanos, que somos en general muy pasivos respecto a lo que sucede en el turbio e inaccesible mundo de lo que llamaremos nuestra Alta Justicia, en esa Corte que se supone debería ser infalible, como el papa de Roma, dada la supuesta erudición, sabiduría, imparcialidad, independencia e incorruptibilidad de sus altos miembros, y es que esos magistrados serían la coronación de nuestro Estado de derecho.
Pero en el affaire Cassez resultó una cosa muy curiosa y es que, al parecer, miles de mexicanos se indignaron por la liberación de la francesa gracias, piensan muchos, a la acción de altas influencias y, entre ellas, claro, la del gobierno francés incluyendo a dos presidentes, Sarkozy y Hollande, a los cuales, de alguna manera, se les coloca como cómplices de la culpabilidad de su compatriota. Culpabilidad que los anticassez (recordemos que en el gran affaire en torno al capitán Dreyfus, Francia se dividió en dos campos apasionados: les dreyfusards y les antidreyfusards, estos últimos creían que cualquier duda sobre la condena del poder contra el militar judío que sufrió los horrores de la Isla del Diablo, cualquier duda, repito, era un acto de traición a la patria y al sacrosanto honor del ejército pese a que los dreyfusards, entre ellos el gran Émile Zola, demostraron lo falso e indefendible de las acusaciones de las cuales el ejército tuvo que dar marcha atrás reivindicando al pobre Dreyfus, que era totalmente inocente.
Y es que la esencia de todo affaire que se respete está en la división que causa en la sociedad. En el caso Cassez lo que resulta, curiosamente, menos importante es la culpabilidad o inocencia de Florence, sino que lo que está en el banquillo de los acusados es la justicia mexicana tanto la de Calderón y García Luna que fabricaron un obsceno montaje para hundir a la francesa, como la justicia actual de la Corte que la libera, frente a los ojos de todo el país, manejando conceptos jurídicos que nadie, entre los que no somos abogados, entendimos.
Y el problema aquí no es si la Corte actuó o no en técnica corrección sino que los mexicanos, en inmensa mayoría creo, simplemente no creemos en las fuerzas del orden, en las policías, en los ministerios públicos, en los jueces altos y bajos, porque todos sabemos de los atropellos que hemos sufrido en carne propia o en la de conocidos. Este escepticismo nacional, esta falta de credibilidad en el poder me parece gravísimo.
Yo no sé si Florence era o no culpable, pero de lo que sí estoy seguro es que la justicia de Calderón era corrupta y arbitraria (además de estúpidamente empecinada) mientras que muchos mexicanos creen en lo que el gobierno de Calderón dictaminó sobre el caso y su descontento es, en cambio, con el nuevo poder que la liberó. Es que en resumen, no creemos en la autoridad y la “justicia” la escribimos así, entre comillas. ¿Alguien nos hará que volvamos a creer?
