Los trabajadores, entre el desempleo y la explotación

Magdalena Galindo

Como otros científicos sociales, me he referido aquí y en otros espacios, al hecho de que a partir de la crisis económica que se inicia en los setentas, las burguesías, tanto de los países altamente industrializados, como de los subdesarrollados, emprendieron una gran ofensiva contra las clases trabajadoras, a fin de recuperar su tasa de ganancia.

Naturalmente, cuando hay un agravamiento de la crisis crónica como en éste que vivimos a partir de 2007, esa ofensiva se vuelve más drástica y violenta, y se expresa tanto en la caída de los salarios reales, como en los recortes al gasto social y en particular en los despidos masivos.

En estos días, el Fondo Monetario Internacional, institución que no se caracteriza por preocupaciones sociales, publicó un informe en el que advierte que hoy el nivel de empleo en el mundo en su conjunto es el más bajo en 20 años, así como que desde 2008, año en que se inicia la recesión, han sido despedidos por lo menos 200 millones de trabajadores, de modo que ahora de cada 100 personas en edad de trabajar, 40 no tienen empleo. Se trata de una situación dramática porque el desempleo, como es obvio, quiere decir la total falta de ingreso.

Si esa ofensiva se ha desplegado en el mundo en su conjunto, en el caso de México ha asumido características más graves, pues no sólo ha sido una de las más duras, sino que ha conseguido avanzar derrotando a los trabajadores. Basta mencionar que tanto la reforma laboral, como la llamada educativa, (aunque no aborda ningún aspecto de educación, sino únicamente se refiere a las condiciones laborales de los profesores), buscan dejar en la indefensión a los trabajadores frente a sus patrones. Junto a los cambios jurídicos, que precarizan el empleo, el hecho más significativo es que los salarios han disminuido desde 1977 hasta ahora, con excepción de algunos años en que no han caído, pero tampoco se han recuperado.

Así, por ejemplo, la semana pasada se informaba que la fuerza de trabajo es hoy más barata que en China. Mientras hace apenas diez años, el salario por hora en el sector manufacturero mexicano era casi el triple del que se pagaba en China, hoy es un 20 por ciento menor del que cobran los trabajadores orientales.

Junto a esa caída de los salarios reales, que ha convertido a la baratura de la fuerza de trabajo en el único aspecto con el que compite México en el mercado internacional, la burguesía mexicana ha descubierto, imitando a otras del mundo, que hay otro filón de explotación de los trabajadores en el área de la circulación financiera. Una de las vías es utilizar los fondos de pensiones de los trabajadores para financiar a las empresas privadas.

También la semana pasada, la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro informó que los fondos para el retiro han llegado a la cifra récord de 2 billones (millones de millones) de pesos, que representan nada menos que el 13 por ciento del producto interno bruto.

De esa enorme cantidad se ha usado un billón 30 mil 572 millones, para financiar al Estado, a través de la compra de valores del gobierno federal. Para financiar a empresas privadas, nacionales y extranjeras, se compraron acciones por 427 mil 862 millones y otros 296 mil 700 millones se dedicaron a bonos de deuda, o sea que en total los empresarios recibieron financiamiento por 724 mil 562 millones tomados de los fondos de pensiones.

El descubrimiento de este filón de explotación ha valido oro, textualmente hablando, para los empresarios.