Músico, maestro y promotor (1927-2013)

Mario Saavedra

El pasado 14 de abril recibí con enormes sorpresa y pesar la noticia del deceso de uno de los músicos y directores de orquesta con una más solvente presencia en la segunda mitad del siglo XX: Colin Davis (Weybridge, Surrey, Reino Unido, 1927-2013). Con una cultura musical fuera de lo común, verdaderamente enciclopédica, el alguna vez nombrado Caballero de Honor: Sir Colin Davis, se convirtió por méritos propios en uno de los más destacados de su generación, entre los más prestigiados dentro de una generosa e importante tradición —la británica— que ha contribuido notablemente en la generación de compositores, directores de orquesta, cantantes y atrilistas con una participación protagónica en la escena euterpeana.

Especialista con la obra de compositores tan disímiles y distantes como Wolfgang Amadeus Mozart (fue por muchos años uno de los invitados de honor al Festival de Salzburgo), Ludwig van Beethoven, Jean Sibelius o su coterráneo Sir Edward Elgar, Colin Davis se convirtió sobre todo en el primer gran apologista y promotor del vasto y variado catálogo de Hector Berlioz. Con él se revaloró el enorme legado concertístico y sobre todo orquestal de este gran romántico francés por antonomasia, si bien resultaría particularmente decisivo su rescate en especial de complejas óperas que como Los troyanos o Benvenuto Cellini acabaron por ingresar en los repertorios de los teatros belcantísticos. Sus grabaciones de prácticamente todo el catálogo berliociano resultan ya referenciales, antológicas, en una verdadera especialidad en la que ha compartido dicha supremacía con otro valioso músico y director de orquesta —de una generación posterior a la suya—, el suizo Charles Dutoit.

Destacado estudiante de clarinete en el Royal College of Music de Londres, donde por su talento tuvo la enorme oportunidad de estrenar la Sonatina para clarinete y piano de Malcolm Arnold en 1951, él mismo contaba con mucha gracia el porqué no había sido en un principio admitido en el curso de dirección orquestal: “…simple y sencillamente porque no contaba yo con el nivel requerido de piano…” Esta circunstancia lo orillaría a crear con unos amigos la juvenil Orquesta de Kalmar, interesante proyecto que le permitió empezar a trabajar con diferentes repertorios y además relacionarse, pero sobre todo reconocer que su verdadera vocación era la de la dirección de orquesta. Así consiguió participar en el significativo Royal Festival Hall y dirigir la BBC Scottish Orquesta, remplazando a otras connotadas batutas como Otto Klemperer y Sir Thomas Beecham.

Director con un enorme olfato, pero sobre todo, oído, con la no siempre regular virtud de estar en el lugar y el momento adecuados, durante la década de los sesenta colaboró con el Sadler’s Wells Opera, la Orquesta Sinfónica de Londres y la Orquesta Sinfónica de la BBC, en un arduo proceso en el que además pudo comprobar que otra gran pasión suya era el género lírico. En este franco camino ascendente, en 1967 debutó en el Metropolitan Opera House de Nueva York, y cuatro años después, como siempre había sido su sueño, regresaría al Royal Opera House-Covent Garden, pero ahora como director musical, sustituyendo al húngaro Sir Georg Solti. Su estancia por más de tres lustros en el Covent Garden, hasta 1986, sería decisiva para este teatro con enorme abolengo, y por supuesto para él mismo, al urdir temporadas de verdadera antología.

De igual modo destacado en la consolidación de la música de su coterráneo Michael Tippett, en especial de su legado operístico, fue asimismo el primer director inglés en ser invitado a actuar en el Festival de Bayreuth consagrado a la memoria de Richard Wagner (creación, de hecho, del mismo músico de Leipzig), donde permanece en el recuerdo sobre todo por una memorable y hasta atípica dirección suya del Tannhäuser. Con una presencia no menos significativa en los diferentes teatros y festivales europeos, en Alemania por ejemplo confirmó su valiosa labor (entre otras, con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera en Múnich y la Staatskapelle de Dresde de la que fue director honorario) con compositores tan teutones como el propio Mozart, que a la postre se convertiría en una de sus más reconocidas especialidades.

En la Unión Americana tuvo una participación copiosa, e incluso llegó a ser el director titular de la Orquesta Sinfónica de Boston. En la cúspide de su carrera, en el momento en que era considerado ya el decano de los directores ingleses, fue nombrado titular de la Orquesta Sinfónica de Londres en 1995, importante institución que llevó a uno de sus momentos de mayor esplendor y con la cual grabó buena parte de su nutrida y ecléctica discografía, muchos de estos títulos reconocidos con los más ambicionados galardones de la industria.

Admirado por otros destacados músicos e intérpretes, por trascendentales compositores contemporáneos de los que él mismo estrenó algunas de sus obras, por influyentes especialistas y críticos que han valorado su docta y genuina contribución al quehacer musical y su inobjetable talento, Sir Colin Davis participó con lo más granado de la música académica y de concierto, convirtiéndose en uno de los directores más sabios y acreditados de toda la segunda mitad del siglo XX. Su egregia labor como músico destacado, como maestro y promotor invaluable, como cabeza de grandes proyectos que le acarrearon toda clase de premios, quedará para la historia, en un contexto musical cada vez más necesitado de figuras de esa envergadura.