Exposición Desde la mirada y el sueño (1993-2012)
Humberto Guzmán
La obra plástica de Jorge Perezvega, desde que lo conocí en los lejanos años sesenta, ha sido abstracta. (Aunque él declara que en sus inicios hizo figurativo, dibujo al natural. Confiesa que, aún hoy, cada día dibuja frutas y legumbres, alguna otra composición o modelo, para mantener el pulso de la línea.) Pero esto no es decir mucho.
El tipo de abstracción a la que él se ha inclinado es una sutil, de colores y formas etéreos, de planos abiertos y líneas rectas. Recuerdo su exposición de óleos, llamada Desde el silencio, de 1970. En ella predominaban los planos abiertos. Antes había seguido la tendencia del geometrismo, que fue otro tipo de abstracción, según imponía la tendencia pictórica de Le Parc, Soto y Cruz Diez.
Ahora, en los dibujos que conforman la muestra que él tituló Desde la mirada y el sueño, la intención cambia. No se repite. La abstracción en este caso está sostenida por un ingenio similar, pero con formas diferentes. Los colores apenas se muestran, las líneas no son tan rectas y se multiplican. Por momentos se ven como una caligrafía oriental, con un trazo japonés, pero occidentalmente huidiza.
Esta especie de caligrafía no lleva un significado lingüístico, sonoro, sino uno interiorista e indudablemente pictórico. Aunque tal vez cercano al Zen. Permanece en el dibujo, en el papel, en la pintura de lápices de colores, como un sonido agazapado. Parecido al silencio. Como en 1970. En todo caso, Perezvega se revela como un calígrafo, casi como un antiguo artista oriental de la escritura con pincel.
Me pregunto qué clase de silencio envuelve a la obra reunida para esta ocasión. ¿Si es uno que significa reposo, o es uno que dice distancia, o es otro que manifiesta incredulidad o perplejidad ante lo que le rodea en la cercanía o en lontananza?
Los dieciocho dibujos (1993-2012), en diferentes tamaños, tres apuntes y dos pinturas en acrílico sobre loneta (“Amanecer a la intemperie” y “Melodía del cinabrio”) demuestran lo dicho. Perezvega es espontáneo en el dibujo, se aventura en busca de formas del equilibro entre la luz y la sombra, aunque no tanto, más bien salta al trazo suelto, la línea, el plano, como dije antes, el espacio, en suma, toma y retoma con precisión los elementos tradicionales del dibujo y los revitaliza en sorprendentes paisajes y lenguajes.
Cierto: parecen paisajes lunares, yertos, secos, paisajes de soledades, de olvidos, de recuerdos sin imágenes. Son cautivadores y encierran un enigma. También me recuerdan las puestas de sol de un puerto remoto, abstraídas por la interioridad del dibujante. En cuanto a los lenguajes, no son de palabras conocidas, sino de significantes innombrables aún.
Perezvega, como se ve, no es nuevo en la tentación de lo extraordinario. Fiel al dibujo, que muchos han desechado por demodé en las últimas décadas. Cuarenta y tantos años de pulsar el lápiz, el pincel, estirar el papel, el lienzo, los colores, los planos, los rincones, los trazos, las sombras, sin dejarse seducir por el escándalo. ¿A dónde le lleva todo esto? ¿A qué llamada sigue? Es su secreto. No obstante, de alguna manera lo dice, no con obviedad, en sus cuadros, en sus dibujos. Pero seguro que es un sitio de tesituras en equilibro, en acertadas formas, enmarcadas o profundizadas por los colores tenues de la constancia.
Hay un conocimiento que viene de lo inconsciente: a veces se puede vislumbrar en el sueño. Allí están los que su autor reconoció como “sueños”, en donde el ambiente también es el de paisajes oníricos, pero tal vez son los de la vigilia, sueños de la vigilia, sin oscurecer la mirada, ni impedir el trazo natural de la mano, ésta que le da la medida de las cosas, para dejar su huella en el tiempo y en lo inflexible de esos paisajes ignotos.
Más terrenalmente: los dibujos de Perezvega, como el resto de su obra, quizás no compitan en el mercado de las galerías de arte, pero ya es tiempo de que a él, como a otros de calidad parecida, se les reconozcan sus méritos. ¿Cómo? Al exponer su obra en el Distrito Federal, al estudiarla, al clasificarla. ¿Quiénes? Las instituciones culturales que están para eso: Conaculta, las universidades… ¿O qué?, ¿nada más Botero?
Desde la mirada y el sueño: dibujos de Jorge Perezvega 1993-2012. Centro Cultural Santo Domingo. Ex Convento de Santo Domingo de Guzmán. Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca. Del 7 de abril al 7 de julio de 2013.