Joaquín Pérez Sánchez

Tras cuatro años de un gobierno de coalición de centro izquierda que estabilizó al país, los islandeses olvidaron quien los llevó al abismo y han devuelto el poder a la derecha que les promete todo. No obstante, los comicios en Islandia fraccionaron el voto y ello obliga a un gobierno de coalición que frenará el proceso de adhesión de ese país a la Unión Europea.

El pasado 27 de abril se llevaron a cabo elecciones legislativas en Islandia y esta vez los pronósticos electorales fueron acertados, la oposición de centro derecha se impuso claramente logrando el 51.1 por ciento de los votos.

Los resultados finales fueron los siguientes: Partido de la Independencia 26.7 por ciento (19 diputados); Partido Progresista 24.4 por ciento (19 diputados); Partido Socialdemócrata 12.9 por ciento (9 diputados); Partido Verde 10.95 por ciento (7 diputados); Futuro Brillante 8.2 por ciento (6 diputados) y Partido Pirata 5.1 por ciento (3 diputados).

Estas dos últimas agrupaciones políticas llegan por primera vez a la cámara de diputados y, aunque minoritarias, llama la atención ya que reflejan la fragmentación del voto islandés y la irrupción de nuevas corrientes, alejadas de la tradicional clase política.

Tras las elecciones, el nuevo gobierno será forzosamente de coalición, encabezado por el Partido de la Independencia, tradicionalmente en el poder desde la fundación de este país en 1944 y su aliado el Partido Progresista. De hecho se puede decir que la coalición de izquierda que gobernó Islandia los últimos cuatro años, sólo fue un paréntesis en los gobiernos de derecha.

A la coalición de izquierda en Islandia no le valió la estabilización de las finanzas, ni la reducción del desempleo (5 por ciento) que había alcanzado tras la crisis los dos dígitos, ni tampoco el crecimiento económico de 1.6 por ciento que, aunque tímido, ya lo quisieran otros países europeos.

Las duras políticas de ajuste aprobadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la incapacidad para reformar las cuotas de pesca, la deuda hipotecaria, sobre todo de la clase media, los impuestos y las tradicionales divisiones de la izquierda en temas candentes como la nueva Constitución, que no pudo ser aprobada, entre otros, son los componentes que le pasaron factura a la coalición de izquierda, que ahora regresará a la oposición.

Sin embargo, la derecha no la tendrá fácil, durante estos años, la sociedad islandesa ha aprendido a exigir cuentas y a transparentar las políticas, así que si no se cumplen las promesas de los políticos, poco durarán en los cargos.

Islandia es un país relativamente joven, de poco más de 330 mil habitantes que, sin embargo, se subió al carrusel del furor neoliberal y a principios de este siglo se convirtió en uno de los centros financieros europeos más importantes, manejando activos 10 veces más grandes que su Producto Interno Bruto (PIB), hasta que en el 2008, esa economía ficción se vino abajo y arrastró al abismo financiero a todos sus habitantes.

Ahora que se estabilizó un poco la economía, los errores de la izquierda le pasaron factura y la derecha los aprovecha. Muchos temas quedan pendientes, la inacabada Constitución, los litigios internacionales por las deudas a “ahorradores” extranjeros y el proceso de adhesión a la Unión Europea.

El retorno de la derecha en Islandia se construyó con muchas promesas que en lo inmediato tendrán que empezar a cumplirse, de lo contrario, la tradicional clase política tendrá que hacer sus maletas.