El pleito por las morusas/II-III
Guillermo García Oropeza
El pleito en el PAN, por lo que sobrevivió al desastre calderonista, tiene muchas raíces históricas que son todas ellas parte de una crónica de incongruencias.
El PAN, sin dejar de ser profundamente lo mismo, ha adoptado a lo largo de los años y sexenios diversos disfraces al pasar el poder de un grupo al otro y al reaccionar ante los cambios vividos por el PRI y por la izquierda.
Aunque su esencia fundamental es la de ser un partido empresarial y clerical y heredero de una larguísima tradición conservadora, el PAN pasa de ser un partido fundado por cultos abogados corporativos, ligados al sector bancario, a ser uno dirigido por empresarios de un nuevo capitalismo salvaje.
Del PAN de los Gómez Morin y González Luna, que era tan nice y hasta inteligente al de los Bárbaros del Norte y el del arrojado Clouthier, bravo como buen sinaloense, y luego al PAN del feudal hacendado criollo, listo abogado y temible polemista, el Jefe Diego siempre presente en Los Pinos, como una ardillita, decían.
Un PAN que había sido diseñado como leal y suave oposición, en cristiana pre-derrota “brega de eternidad” y que de pronto ¡cáspita, caracoles, guau! ¡estamos en el poder!, gracias a un hombre enviado por Dios, llamado Vicente y otro mandado por el diablo llamado Ernesto.
Y el PAN que no había estado en el poder desde la derrota de Agustín de Iturbide y del fusilamiento del buen Max en Querétaro, en dos sexenios dos se hizo el haraquiri calderoniano, llevándose, eso sí, por delante a cien mil muertitos culpables o simplemente colaterales.
Y esta historia de cambios aparentes y una sola obsesión verdadera termina en una confusión de la que yo, simple espectador, no pudo imaginar la salida especialmente si el próximo julio el PAN pierde la joya de la corona, Baja California.
Cuando los Corderos y los Maderos, los Yunques y los Espinos —¿o debo decir neoespinos?— así como los restos mortales de Josefina Diferente se lancen a la lucha final por las morusas o sea las migajas del PAN que queden sobre la mesa política.
¿Se dividirán en facciones irreconciliables? ¿Se alinearán con una disciplina que en este país sólo ha tenido el PRI ? —porque la historia de la izquierda es la crónica de las divisiones internas— ¿o encontrarán al hombre o mujer del destino que sea su caudillo, su fuehrer, para regresar al poder?, ¿se refundarán o se refundirán?
Me respondo, querido lector, con un bolero clásico: “Sabrá Dios, uno no sabe nunca nada, moriría de pena, si este amor fracasara jamás por mi equivocación…”