DE MICROSCOPIO

 

Nadie se salva, nadie es nadie

 

Lagarde a Sarkozy: “Utilízame…”

 

Regino Díaz Redondo

Madrid.- Rodeada de su corte, odaliscas, bufones, enanos, finísimos y delicados ayudantes, su alteza, la ciencia ficción, se ha instalado en España en un afán de aspirar al Óscar por tenebrosa, y decidida a tumbar la fama y la gloria a Hitchcock y hundirlo en el ridículo.

Las palabras y promesas de políticos, empresarios y banqueros suenan falsas y lo son. El cinismo, la apatía, el miedo, la desazón, invaden nuestro territorio.

A la juventud la están convirtiendo en robots, la presionan a tal punto que desapareció la alegría y el entusiasmo para dar paso a la obsesión, el descontrol y la rabia.

La dignidad y la iniciativa se han perdido. La soberbia de los que, aún imputados y próximos a juicio, se recrea en las clases medias españolas cada vez con mayor impunidad.

 

¿Encomendarse a Dios?

Ni la España de antes —la de charanga y pandereta— ni la de principios de siglo, “falso milagro”, alcanzó tal nivel de desorientación y de cobardía como el que impera entre empleados y trabajadores de las pocas industrias y comercios importantes que aún operan aquí.

¿A quién recurrir?

Los hay que todavía tienen esperanza se encomiendan a Dios. Sea este dios quién sea y de quién sea, con tal que nos abrace y proteja de los innumerables latrocinios y abusos hasta de la Casa Real.

Nadie se salva, nadie es nadie. Venga, pregunte, ausculte, investigue y se dará cuenta que ésta no es la España que merece la gente. Este territorio está roto, es motivo de burla. Recibe órdenes drásticas y la vida social desaparece ante la angustia que se apodera de quienes buscan una salida o, al menos, no seguir cayendo.

Por inercia, la situación económica y política debería cambiar. Hay ciclos de bienestar y otros de dolor. Pero los habitantes de la península no encajan en ninguno.

Los problemas han crecido a tal punto que los llamados de auxilio pasan desapercibidos y nadie procura, porque no lo dejan, combatir el hambre que avanza a pasos agigantados y siembra de malas hierbas hasta los rincones más apartados del país.

¿Usted puede subsistir dentro de un ambiente tan contaminado, irresponsable, maloliente, irrespetuoso, incontrolado y sucio por la presencia de los que se han hecho millonarios con la ayuda del trabajo ajeno?

¿En qué nación se da que millones ganen 400 euros al mes cuando el 70% de los ciudadanos-funcionarios, y miembros del gobierno junto a los aprovechados, se embolsan más de dos millones de euros al año sin que nadie proteste?

En los últimos dos años se han descubierto fraudes a granel, enriquecimientos ilícitos y vergonzantes, delincuentes inmunes y ministros incapaces y profascistas.

Hasta el momento, el único culpable de las miles de actividades ilegales que se dan en el país, Díaz Ferrán, está en la cárcel. Los demás, que son cientos, cobijados por miles que se recuestan en la inoperante y falaz Unión Europea disfrutan de un programa neoliberal que termina con visos de caer en la práctica del nacional socialismo que pocos recordamos ya.

Hasta ahora, las generaciones que apenas rebasan los 50 tomaban los acontecimientos del 36-39 como algo pasado que debe olvidarse. Era para ellos un hecho doloroso, pero lejano, si acaso mencionado en las conversaciones tertulianas o en las reuniones familiares de los fines de semana. El triunfo del franquismo y sus consecuencias durante toda la posguerra apenas se mencionaban en los libros de texto.

Hambre

De pronto, se encuentran enfrente que persisten las ideas espantosas que proporcionaron los levantamientos y golpes de Estado en Europa y en España concretamente. A igual nivel están los que matan de hambre como los que fusilan a inocentes. El hambre es el ejemplo de una sociedad que se enriquece con la diferencia de que lo hace en plena democracia mundial.

Aunque, ¿será que esta democracia es un mito y que la oligarquía de la peor calaña ha ido creciendo con los años y se ha convertido en un monstruo detestable con engaños y complicidades que llevan a los puestos públicos y privados importantes a delincuentes y aherrojan a quienes siguen trabajando como entonces?

Salvo el tiempo pasado, más de 60 años, la pobreza, desfachatez y lucro, se han convertido en gigantes inimaginables hace poco.

Los que quitan el pan a quien lo necesita, los que permiten que los niños se alimenten con menjurjes porque el pecho de la madre no da la leche suficiente para que crezcan, abundan, aumentan y tienen cada día más poder.

Revise el pasado —nosotros lo hemos hecho— y verá que no existe en la historia de la humanidad un momento más detestable y lastimoso como el que se encuentra actualmente en Europa y más en nuestro país.

¿Que los hay buenos? Claro, los hay pero menos, muy pocos y algunos, débiles, se entregan al poderoso con los brazos abiertos y la sonrisa de lado a lado.

Estas son nuestras generaciones españolas, las que no aprenden de nuestro pasado, las que persisten en la holganza y en el deterioro ajeno, las que exprimen y retuercen el estómago de sus conciudadanos con la ya conocida frase de sálvese el que pueda.

Ya no es tristeza lo que sentimos, es hartazgo y nuestra manos pueden dejar, o ya lo están haciendo, de utilizar el yunque o la rueda para hilar y tomar decisiones y armas suficientes —armas morales, esperamos— para que esta situación cambie ahora, cambie ya, cambie pésele a quien pese, cambie para que no mueren nuestros hijos y nuestros nietos, cambie para que el mundo sea mejor, cambie para que el hombre de ahora recapacite o se vaya, cambie para que nuestro continente, tan querido, vuelva a ser espejo de una democracia, pocas veces ejercida desde los años 30 del siglo pasado.

Las mentiras ya no lo son porque nadie cree en ellas; las palmadas en la espalda, encabronan; las frases convenencieras “sí, mi amigo; luego, mi amigo, desde luego…”, y otras similares ya no le sirven a los que utilizan para beneficio propio el trabajo ajeno.

Los equilibrios laborales e intelectuales, inclusive, han desaparecido. Los líderes sindicales hacen mutis. Porque reciben subvenciones del status quo y se supeditan a una gran parte de las indebidas leyes emanadas de un gobierno que no tiene rumbo.

La monarquía, el gobierno de Mariano Rajoy, una gran parte de las empresas que fueron sólidas y equitativas, muchos estudiosos y científicos, algunos literatos actúan mal o se han dado por vencidos.

Con este panorama el estallido está aquí, a su lado, en el cajón de la basura o sobre la mesa de escritorio, en su computadora o en su automóvil, en sus neuronas o en su labor de zapa, todavía sin expandirse.

Quizá ya sea tarde para evitar la catástrofe. Pero en el mejor de los casos lo que puede asegurarse es que la crisis —pocas sílabas para tan grave asunto— perdurará durante los próximos seis años en el mejor de los casos.

En los países ricos, empieza ahora y avanza mucho más a prisa que en los nuestros. A lo mejor, hasta nos alcanza.