CUESTA ABAJO
Cristero de corazón y vendedor de coca colas
Guillermo García Oropeza
Antes que nada tengo que confesar que en mi artículo anterior maté a Nelson Mandela para hacerle un apasionado obituario prematuro y es que los telediarios apuntaban su muerte como inminente, pero el Madiba sobreviviente de la prisión y del apartheid le ganó esta batalla a la muerte y celebró sus noventa y cinco años de maravillosa existencia rodeado de su pueblo que sacudía la tierra sudafricana con su danza triunfal Praise the Lord!
Pero el tema de este artículo es más bien gozoso y se refiere al gusto que tengo porque después de muchos años de vacío y escasez, y tras de la ausencia de Cantinflas, de Tin Tan, de Manuel Medel, de Resortes, Manolín y Shillinsky o del lejanísimo Panzón Panseco, es decir de los grandes cómicos mexicanos, de repente nos baja del cielo su sucesor y sustituto: Vicente Fox, que en una entrevista memorable —que yo copié y repartí entre los cuates— se revela y afirma como un cómico, clase nacional y absolutamente original, el nuevo Rayo de Guanajuato.
Su grandioso proyecto para industrializar la marihuana, cuyas ganancias compensarán las pérdidas del petróleo y su invasión del mercado gringo y europeo con buena mota mexicana en forma de pastilla, chescos o hasta de muéganos de Cannabis es una idea de ésas que surgen cada cien años. Y para exponer su proyecto, Vicente —que todavía tiene poder de convocatoria— reúne a expertos del primer mundo para que alaben la perseguida y calumniada yerba que por años ha curado reumas y aliviado soledades o alegrado íntimos reventones nacionales.
Pero no se para ahí nuestro Vicente y tras de confirmar su fe peñanietista y darle dos o tres karatazos al PAN que lo hizo presidente y animar a Josefina Diferente para que le vuelva a entrar a los golpes (con los esperables mismos resultados) Vicente se declara el mejor presidente del siglo actual y pasados poniendo en su lugar al Benemérito a quien también se lleva de calle porque las cifras de la presidencia foxiana son mucho mayores que las que logró el de Guelatao, quien aparte de no ser hijo de gringo y gachupina como Fox se distrajo en minucias como restaurar la República y separar la Iglesia del Estado, y ya sabemos que Chente es cristero de corazón, aparte de gran vendedor de coca colas.
Todo lo cual me hace admirarlo como nuestro nuevo cómico genial que tanta falta nos hace en estos tiempos neurasténicos. Ya sé que los mexicanos que son muy desconfiados y duros para juzgar al prójimo dirán que Vicente está loco o, peor aún, que es un imbécil, lo cual resulta una explicación fácil del misterio del personaje, pero yo sé de buena fuente jesuítica que el gran educador que fue el padre Xavier Scheifler —que fue maestro de Fox en la Ibero— afirmaba que nunca había tenido un alumno tan brillante, tan inteligente como Vicente Fox… y algo tendrá Chente que sedujo al PAN y a millones de mexicanos y conquistó el corazón de Marthita, la que por poco se convierte en nuestra Ángela Merkel y hasta hubiera sido mejor (lo que no es muy difícil) que Felipillo Calderón…