Economía Política
Ya no se trata de focos amarillos, sino rojos
Magdalena Galindo
Los datos del INEGI que indican que en el segundo trimestre de este 2013 la economía mexicana en vez de crecer descendió en una tasa negativa del 0.74 por ciento, respecto del trimestre anterior, causaron cierta alarma en los medios financieros, de modo que numerosos equipos de analistas, entre ellos los de Bancomer y los de Banorte, se apresuraron a ajustar sus previsiones de crecimiento al año, y de pronósticos que afirmaban que la economía mexicana crecería en este 2013 en 2.7 por ciento, pasaron a anunciar que apenas se llegará al 1.4 según Bancomer y al 1.7 según Banorte. Por su parte, la Secretaría de Hacienda también ajustó su previsión y declaró que sólo habrá un crecimiento del 1.8 por ciento. Se tardaron, porque las cifras mostraban claramente la desaceleración desde principio de año, sólo que algunos funcionarios creen que la demagogia puede cambiar la realidad, siempre y cuando repitan con la suficiente insistencia aquello de que nos quieren convencer.
Pero ya se sabe que la realidad es terca y sólo las acciones concretas, no las simples palabras, pueden alterarla. Por supuesto que la recesión tiene que ver, en primer lugar, con la profunda dependencia a la que han llevado al país, de modo que la lentitud de la recuperación en Estados Unidos se expresa aquí como un descenso drástico en el ritmo de crecimiento.
Pero no sólo es la dependencia, también tiene una gran importancia que la caída de los niveles de vida por el desempleo —que es ya de casi tres millones de mexicanos, por el castigo a los salarios y por la propia reforma laboral que ha dado carta blanca a los despidos— ha determinado no únicamente el aumento de la pobreza en el país, sino también que la disminución del consumo en las clases populares ha provocado un estrechamiento del mercado interno tan notable que hoy es incapaz de dinamizar la economía. O sea, la locomotora, el impulso de la economía, sólo puede venir de fuera, porque el mercado interno es cada día más débil, y seguirá estrechándose si se aprueba, por ejemplo, el IVA a alimentos y medicinas o si se amplía el número de contribuyentes entre los sectores populares. Eso no tiene vuelta de hoja, así se comporta la economía.
Para agravar más la situación, en los últimos meses, según registra el Banco de México, se ha presentado una fuga masiva de capitales. Sólo en lo que va de enero a junio, han salido del país, para depositarse en cuentas en el extranjero, 19 mil 628.6 millones de dólares, y si le sumamos otros 3 mil 728.5 millones que se han dirigido a inversiones en el extranjero, tenemos una salida total de capitales por nada menos que 23 mil 357 millones de dólares, sólo en lo que puede calificarse como fuga de capitales. Aparte, los intereses por la deuda externa del país, tanto pública como privada, sumaron otros 11 mil 375.7 millones de dólares.
Ya no se trata de focos amarillos, sino rojos. La situación de la economía mexicana es muy preocupante.