El infierno se congelará antes

de que retire los bloques de hormigón.

Fabián Picardo

 

 

Empezaron a sonar los sables por el Peñón de Gibraltar

Regino Díaz Redondo

Madrid.- Como consecuencia de la actitud soberbia y prepotente de Gran Bretaña, en España empezaron a sonar los sables. Esta vez, el ruido no tiene connotaciones fascistas sino que el teniente general Pedro Pitarch salió al paso del nuevo problema que se suscita en Gibraltar, al decirle al ministro de Defensa, Pedro Morenés, que “nos hemos bajado los pantalones otra vez y volvemos a meter el rabo entre las piernas”.

Eterna controversia

La eterna controversia sobre la soberanía del Peñón, que nos pertenece pero que está bajo el coloniaje inglés desde hace 300 años, ha propiciado que el gobierno de Mariano Rajoy se comporte con firmeza, pero no la suficiente y hay algunos que piensan que el Estado está siendo demasiado benevolente ante la agresión manifiesta del Reino Unido.

Es cierto que el canciller José Manuel García-Margallo dijo que “se acabó el recreo” y dictó una serie de medidas para proteger a los trabajadores españoles en aguas que nos corresponden.

El ministro sostuvo que es preciso evitar el contrabando y que para ello se revisarán minuciosamente todos los vehículos que entren y salgan de la Línea. Además considera que podría aplicarse una tasa de 50 euros a quienes entran allí.

Los pescadores nacionales no tendrían que erogar dicha cantidad y recibirían la ayuda del gobierno para proteger sus intereses.

García-Margallo estudia la posibilidad de acudir a las autoridades internacionales como la ONU y el Tribunal de La Haya con el fin de que se respeten los acuerdos violados por el primer ministro gibraltareño.

En estos momentos, se producen largas colas que duran hasta cinco horas para poder entrar y esto ha sido interpretado por los ingleses como “una medida excesiva” que tendrá repercusiones aún no definidas.

Durante muchos años, España ha sido transigente con la serie de provocaciones propiciadas por el primer ministro Fabián Picardo. La Unión Europea no contribuye mucho para evitar tales anomalías y se hace la sorda cuando se suscitan situaciones como la actual aunque parece que en este caso habrá consecuencias mucho más graves.

Los bloques de hormigón

El enésimo enfrentamiento surgió a raíz que el gobernador del Peñón ordenó hace poco tirar 70 bloques de hormigón de varias toneladas para evitar que los pescadores españoles faenaran en las aguas que se consideran históricamente de España.

De ahí vino la respuesta del gobierno, pero no le dio importancia al anuncio de que buques de la armada británica harán operaciones en aguas territoriales del Peñón. Esta medida que se da como algo sabido por parte de nuestro gobierno ha sido interpretada por la sociedad como un motivo más de agresión.

Desde el lunes 19, no sólo barcos ingleses fondean Gibraltar sino que también los acompaña un submarino nuclear.

Han sido continuas las medidas tomadas contra los pesqueros españoles y parece que esta última ha desbordado el vaso de la paciencia.

La piedra de la discordia (el Peñón) está ahora en la mira de los españoles junto al problema del financiamiento ilícito del Partido Popular a través de una contabilidad B que entregaba sobres de dinero negro a la cúpula y funcionarios de esa entidad política.

¿Tan mal estamos…?, se pregunta el general Pitarch. Y efectivamente, parece que los intentos de apagar la presencia española en Europa se realizan desde varias partes del continente y que este problema es uno de los que se han creado artificialmente para aprovecharse de la debilidad económica que soportamos.

Este momento empieza a despertar más que una protesta verbal, otra más eficaz: a la calle han salido los españoles en buen número a decir basta a tanta presión por parte de muchas organizaciones y países europeos.

Sin embargo, en este país, como en muchos otros, la soberanía se ha defendido como lo apunta la historia de un Estado como el español que es el primero que se formó en Europa.

En medio de la angustia que embarga a la ciudadanía, el general Pitarch agregó que “el Estado de derecho se lo han pasado por el arco de triunfo”, y que ya es tiempo de que se de un diálogo de tú a tú con Gran Bretaña para resolver de una forma definitiva o al menos consecuente el asunto gibraltareño.

Es preciso señalar que Gibraltar se ha convertido en un paraíso fiscal porque hay más empresas registradas que habitantes tiene la isla, porque allí no se pagan impuestos y hay manga ancha para todas las actividades legales e ilegales que se desarrollan en ese territorio.

El Peñón es un baluarte que debe destinarse a otras cosas que no sean las de proteger a contrabandistas y lavadores de dinero como ahora ocurre.

Lo que no puede soportarse es la arrogancia del primer ministro británico, David Cameron, quien anunció que su país tomaría medidas excepcionales si la situación continuase así.

El desparpajo de Inglaterra es evidente. Su intento de supeditar o minimizar la posición de España que está en todo su derecho, aunque no lo hiciese, de reclamar la soberanía del Peñón, ha propiciado un clima de violencia contenida en ambas partes.

Y Cameron sólo tuitea

Gran Bretaña no debió enviar buques ni submarino aunque se hubiese programado con antelación. Pongamos que fuese así, entonces debió cancelar las operaciones de su armada para no suscitar el recelo de su contraparte española.

Creo que al general Pitarch no se le ha pasado la mano. Él dice que no podemos soportar más los amagos de Gran Bretaña y que Cameron no hace más que “escalar la crisis entre los dos países”.

El jefe del gobierno británico, país que está en la Unión Europea cuando quiere y se aparta de ella en el momento que desea, habló a principios del problema con el presidente Rajoy, pero desde entonces sólo utiliza la computadora para tuitear con frases idílicas y amenazantes lo que haría si España no da un paso atrás en la posición adoptada que es en estos momentos necesaria para poner un dique a los continuas manifestaciones que se hacen dentro del Peñón contra nuestra nación.

Cameron hace un alarde histórico de un poder que no tiene al señalar que las medidas excepcionales que podría adoptar su gobierno serían implacables y que España debe de reconsiderar su actitud actual en cuanto a los intereses del Peñón. Sería muy conveniente, y lo más acertado, que se realizaran reuniones entre Cameron y Rajoy o a cuatro bandas en donde se incluyese a las autoridades del Peñón y de la Junta de Andalucía para resolver el problema actual.

Afortunadamente aquí, y por fin, todos los partidos políticos y la sociedad en general, se han manifestado para respaldar al gobierno aunque le exigen que no trate de desviar la atención para que el asunto Bárcenas pase a un segundo término, cosa que no es cierta en este caso.

Si algo puede esperarse del neoliberalismo español es, cuando menos, defender de forma diplomática, pero con energía, la capacidad territorial que España y sus derechos universales a conservar las tierras que le pertenecen y que no han sido devueltas a su dueño.

No se sabe cuánto tiempo estará en aguas gibraltareñas la armada británica pero esperamos que la situación se resuelva en forma adecuada y diplomática. No podemos volver al pasado porque nadie lo quiere, absolutamente nadie lo desea. Por ello, hay confianza en que, esta vez sí, la Unión Europea y las Naciones Unidas acudan a intentar resolver el problema en forma eficaz y con un llamado a la calma y al diálogo.

Otra cosa sería permitir que la emoción y los instintos patrioteros originaran un conflicto de enormes consecuencias.

Es extraño que dos gobiernos neoliberales a ultranza como son los de Rajoy y Cameron no se entiendan.

¿O será necesaria la intervención de la canciller Ángela Merkel para apaciguarlos?

Todo es posible.