Reforma fiscal
Magdalena Galindo
No es casualidad que la reforma energética y la tributaria se hayan presentado y se pretendan aprobar casi al mismo tiempo. Lo que sucede es que permitir la inversión privada en la industria petrolera significa que Pemex tendrá que compartir sus utilidades con los inversionistas nacionales y extranjeros, y en consecuencia disminuirá su capacidad para financiar el gasto público. El gobierno, por lo tanto, tiene que recurrir al aumento de impuestos para solventar sus gastos y para ello se ha diseñado una reforma fiscal cuyo principal eje es la generalización del IVA, es decir su aplicación a alimentos, medicinas y otros rubros que hasta ahora están exentos. El segundo eje de la reforma es lo que llaman la ampliación del universo de contribuyentes, que está dirigido fundamentalmente contra los vendedores ambulantes.
Sin contar la evasión fiscal (es decir, cuando se dejan de pagar impuestos por medios ilícitos, como la fabricación de facturas apócrifas, la doble contabilidad, la creación de empresas fantasmas, y otras formas que la imaginación delincuencial ha inventado para beneficio de los empresarios), sino únicamente algunas de las formas de elusión fiscal, esto es, de las vías lícitas para no pagar impuestos, o sea cuando se aprovechan vacíos de la ley o se utilizan asociaciones de caridad o de patrocinios del arte para eludir el pago de impuestos, el Sistema de Administración Tributaria informó que, hasta junio de 2012, las empresas habían dejado de pagar al erario nada menos que 673 mil 545.6 millones de pesos.
Por otra parte, la devolución de impuestos también implica enormes montos, pues según señaló la Auditoría Superior de la Federación que, como se sabe, siempre tiene un notable retraso en sus informes, en 2011, se devolvieron en efectivo impuestos a grandes contribuyentes, principalmente empresas privadas, por la cantidad de 219 mil millones de pesos. Y de esas devoluciones, la mayor parte, el 80 por ciento, fueron devoluciones por el IVA, de modo que a los empresarios les parece muy bien que el aumento de impuestos se concentre en el IVA, porque ahí pueden demandar la devolución del impuesto.
En vez de combatir estos casos escandalosos de evasión y elusión fiscal, la reforma tributaria intensifica el carácter regresivo de la estructura fiscal. Se califica como regresivos, es decir, que tienden a intensificar la desigualdad social, a los impuestos que como el IVA se cobran por igual, en los mismos montos, a ricos y pobres, mientras se dice que un impuesto es progresivo, cuando su porcentaje, y por lo tanto su monto, depende del ingreso del contribuyente, o sea que pagan menos o nada los más pobres, y más los más ricos. Es el caso, fundamentalmente, del impuesto sobre la renta, del que no se ocupa la propuesta de reforma tributaria.
Precisamente porque la reforma busca generalizar el IVA, lo que implica aplicarlo en alimentos y medicinas, y en cambio no busca afectar el impuesto sobre la renta, sino lo mantiene tal como está hoy, puede afirmarse que la reforma tributaria es altamente regresiva y sin duda acentuará la ominosa desigualdad hoy existente en el país. Basta mencionar que las familias más pobres dedican 52.3 por ciento de su ingreso sólo a alimentos, lo que significa que la aplicación del IVA generalizado los afectará mayormente que a los más ricos que sólo dedican a alimentos el 28.4 por ciento de su gasto. Si recordamos que según el informe de Coneval, 53.3 millones de mexicanos están en la pobreza y sólo el 20.7 por ciento de la población no son pobres ni vulnerables, mientras el resto, es decir casi el 80 por ciento de los mexicanos enfrenta alguna carencia social o tiene problemas de ingreso, podemos barruntar lo que significaría la aplicación del IVA a alimentos y medicinas.