BELLAS ARTES
María Teresa Rodríguez (1923-2013)
Mario Saavedra
María Teresa Rodríguez (Pachuca, 1923-Ciudad de México, 2013) no sólo fue la primera gran pianista mexicana en la nómina de los más dotados concertistas que ha dado este país, sino la primera mujer en dirigir la institución académica de formación musical de mayor tradición, el Conservatorio Nacional de Música, de 1988 a 1991.
Niña prodigio, creció y se formó en primera instancia en una familia de músicos, conforme su madre también pianista fue su primera maestra y su padre —cantante y organista— la introdujo desde pequeña en el círculo euterpeano. Antes que aprender a jugar, a leer y a escribir, desde los cuatro años de edad se vinculó al que sería su compañero del por vida, su otro Yo, en una simbiosis urgente y necesaria con el instrumento, debutando a los ocho años con partituras nada fáciles de los distintos periodos del repertorio pianístico, incluidas obras de Bach, Mozart, Beethoven, Chopin y Debussy.
Discípula en Estados Unidos del connotado pianista ruso Alexander Borowski, María Teresa Rodríguez accedió al grado de concertista a los catorce años, con tan notables buenos resultados que en 1952 fue becada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para estudiar en Europa.
Cercana discípula de Carlos Chávez, de quien estrenó y grabó muchas de sus obras tanto para piano solo como concertísticas (su registro para el sello RCA resulta indispensable en toda discografía que se precie de completa), de 1960 a 1964 colaboró con él en su afamado taller de composición en el Conservatorio Nacional de Música de México donde su propia cátedra de piano se convertiría en una de las más socorridas.
Una de sus influencias más cercanas, la misma María Teresa Rodríguez llegó a decir en varias ocasiones que del maestro Carlos Chávez había aprendido el rigor, la severidad y el compromiso que se imponen en la música, en un ejercicio serio y formal de ella (emulando la famosa frase de Nietzsche, decía que “…lo peor que le podía pasar a un ser humano era vivir sin música, sordo y ajeno a su sensible encanto…”), pero también el aplomo y hasta la puntualidad.
María Teresa Rodríguez actuó como solista de honor con las principales orquestas de México, y no menos inolvidables fueron algunas de sus presentaciones con instituciones como las sinfónicas de Boston, Cuba, Dallas, Moscú, Londres, Lima y de la Universidad de Colorado en Boulder, entre muchas otras que tuvieron el honor de contar con esta dotada pianista que llamó la atención de otras leyendas de piano del siglo XX como el chileno mundial Claudio Arrau. Ofreció memorables recitales con músicos de la talla de Manuel María Ponce, Julián Carrillo y el propio Arrau, y en los anales de nuestro quehacer musical figuran de igual modo sus célebres participaciones con la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de connotadas batutas como el propio Carlos Chávez, José Pablo Moncayo, Eduardo Mata, Kiril Kondrashin, Igor Markevitch o Arthur Fiedler.
No menos ejemplar su larga y fructífera carrera docente que dio enormes frutos, la maestra Rodríguez fue parte del jurado en varias ediciones de tan tradicionales concursos de piano como el Internacional Federico Chopin de Varsovia, el Internacional de la Ciudad de Montevideo, el Interestatal de San Antonio, y en su honor el Gobierno del Estado de Veracruz instituyó uno nacional que lleva su nombre. Entre otros muchos reconocimientos a su enorme talento y su depurada técnica, a su no menos encomiable y generosa labor docente y como promotora del talento de otros pianistas de diferentes generaciones, a su siempre loable empeño por difundir la música mexicana, fue distinguida, entre otros muchos honores acordes al tamaño de su maestría y de su sostenida y valiosa contribución en diversos terrenos de la actividad musical, a la Orden al Mérito Cultural otorgada por el gobierno de Polonia por difundir la obra de Chopin, al Premio a la Excelencia Académica del Instituto Nacional de Bellas Artes, a la Medalla de Oro de Bellas Artes que le otorgó el INBA —en un conmovedor recital homenaje en el Palacio de Bellas Artes, en el 2006— por sus 75 años de trayectoria artística, al Premio Nacional de Ciencias y Artes —en el área de Bellas Artes— en el 2008. Su estado natal, a través de la Universidad Autónoma de Hidalgo, le otorgó la Presea “Juan Crisóstomo Doria”.
Condiscípula con el citado Carlos Chávez de otros valiosos músicos mexicanos como Eduardo Mata y Héctor Quintanar, y guía determinante en la carrera de colegas suyos como la de igual modo apreciable maestra María Teresa Castrillón, María Teresa Rodríguez deja con su partida un lugar de honor e insustituible en el tránsito del quehacer musical mexicano del siglo XX, en el arte de la ejecución pianística. Su ejemplar carrera como primerísima pianista ha sido modelo para otros muchos destacados interpretes del con justicia considerado rey de los instrumentos, y de su extraordinario don han dejado testimonio otras grandes pianistas que la conocieron como la española Alicia de Larrocha, la argentina Martha Argerich o la brasileña Cristina Ortiz. ¡Descanse en paz!