ECONOMÍA POLÍTICA

 Reforma hacendaria

Magdalena Galindo

Muy desencantados se mostraron los empresarios y los medios de comunicación con que la reforma fiscal no haya incluido la aplicación del IVA a los alimentos y las medicinas, y ya están en plena campaña, unos con el cabildeo y los otros con multitud de entrevistas para que tanto los patrones, como la derecha del país, expresen sus críticas precisamente a que no se haya establecido el IVA a esos productos básicos.

Y es que desde hace muchos meses se había anunciado la orientación de la reforma en ese sentido, tanto así que el PRI cambió sus documentos programáticos con el fin de que permitieran el apoyo  a esa medida.

De modo que el hecho de que la reforma señale explícitamente que se propone no aplicar el IVA a alimentos, medicinas, libros y servicios de salud, constituye un cambio de decisión en el gobierno que sólo puede explicarse por la evaluación política de la coyuntura. Después de que la reforma educativa ha provocado el rechazo de los profesores y que la reforma energética también ha levantado una oleada de protestas populares, es evidente que abrir un tercer frente de batalla con el IVA a los productos indispensables que significaría otra ofensiva contra las clases trabajadoras, y en consecuencia puede esperarse igualmente una respuesta popular, resulta una situación demasiado riesgosa para el equipo gubernamental.  El cambio en el contenido de la reforma permitiría afirmar que esta reforma  fiscal no la diseñó el secretario de Hacienda, sino el secretario de Gobernación que tiene que negociar con las airadas masas de manifestantes y acampados.

Por supuesto que en el cambio de orientación de la reforma, también fue determinante la situación de la economía, pues la desaceleración que se inició desde mediados del año pasado es cada vez más notoria.

Como se sabe, la dependencia de nuestro país  se ha intensificado gravemente con la aplicación de las políticas neoliberales y es un hecho que la economía de Estados Unidos a la cual estamos atados, como lo dijo Peña Nieto al presentar la reforma, no ha podido alcanzar la recuperación, de modo que no resulta oportuno, en efecto, aplicar el IVA a alimentos y medicinas, pues eso significaría ahogar todavía más el mercado interno y, por lo tanto, acentuar la tendencia recesiva. Sólo que la burguesía no lo entiende, porque, corta de miras, lo que quiere es que en el reparto del ingreso nacional, ellos, los capitalistas, puedan apropiarse, aquí y ahora, de una mayor proporción.

Hay otro aspecto de la reforma fiscal a la que se le ha prestado menos atención y que es muy importante, me refiero al cambio de régimen de Petróleos Mexicanos, que da como un hecho la privatización de la industria petrolera planteada en la reforma energética y propone que Pemex se someta a un régimen de empresa privada. Como, de acuerdo con la reforma, la paraestatal tendrá que compartir la renta petrolera con empresarios nacionales y extranjeros, entonces se establece que su forma de contribuir al erario público sea semejante a los dividendos que cualquier empresa privada paga a sus accionistas, es decir, como un porcentaje de sus utilidades.

Y antes de llegar a fijar esas utilidades haya pagado igualmente los impuestos a que está obligada cualquier empresa privada, entre ellos el impuesto sobre la renta. Se trata de una nueva forma de privatización de la empresa pública, en concordancia con el reparto de la renta petrolera que propone la reforma energética.