Joaquín Pérez Sánchez

En los grandes medios occidentales en Europa, poca importancia se otorgó a los discursos de los mandatarios latinoamericanos que participaron en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), sobre todo en lo referente al espionaje electrónico. No obstante el tema es esencial y en algunos países de Latinoamérica ya se trabaja en crear su propia red.

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, expresó un discurso bastante fuerte ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el que denunció el espionaje electrónico que el gobierno estadounidense ha aplicado a su país, tanto a empresas privadas como a miembros del gobierno, incluida su persona.

La voz de Rousseff, sin duda expresa el sentir de otros mandatarios en la región e incluso en otras partes del orbe, ya que son un escándalo las revelaciones de las actividades de espionaje electrónico que el gobierno estadounidense lleva a cabo en nivel global, las cuales se conocen gracias a las filtraciones del ex contratista de las agencias de inteligencia norteamericanas, Edward Snowden, actualmente asilado en Rusia.

En ese contexto, la mandataria brasileña propuso que la ONU debería de encabezar la creación de un marco global que regule Internet. “Mecanismos multilaterales” que “regulen” la conducta de los Estados en lo referente a las tecnologías digitales y la Internet. Desde luego que existen otras propuestas sobre la temática desde hace años, pero no habían cobrado la importancia que tienen en este momento, cuando se empieza a conocer la verdadera dimensión del control que alcanza esta herramienta tecnológica.

En un nivel global, es indiscutible que la Internet representa uno de los mayores avances tecnológicos de la historia. Una herramienta que ha permitido la transmisión de información de manera global, que propicia la interacción y la colaboración entre personas de todo el orbe, pero también es cierto que la actual arquitectura de esta tecnología favorece en forma desmedida los intereses económicos y políticos de Estados Unidos.

Uno de los actores principales en la trama de las revelaciones de Snowden, el periodista norteamericano Glenn Greenwald, considera que una opción para disminuir el poderío estadounidense está en que las naciones construyan su propia red, tal y como lo ha hecho China y ahora lo consideran Brasil y Argentina. Sin embargo, el problema radica en que los Estados pueden intentar imitar lo que hace el gobierno estadounidense. El riesgo existe, pero no es lo mismo que un poder esté fragmentado y no concentrado en un solo país. Corresponde a los sectores sociales construir los mecanismos que garanticen la independencia y la privacidad de los usuarios y al mismo tiempo exigir la transparencia necesaria a los gobiernos. Asimismo, la ONU tiene un papel que jugar, en un mundo multipolar, donde se debería privilegiar la diplomacia frente a las decisiones guerreras que se han privilegiado en la última década.

Por lo pronto, la presidenta brasileña puso el dedo en la llaga.