DE MICROSCOPIO
Y nos recordó que el fascismo todavía existe
El cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani,
dice que el papa Francisco
“es un ingenuo” porque recibió a
Gustavo Gutiérrez,
fundador de la Teoría de la Liberación.
Regino Díaz Redondo
Madrid.- Desde Roma, con cariño admonitorio, llegó y se plantó en Tarragona el cardenal Ángelo Amato, presidente de la Congregación para la Causa de los Santos, y nos recordó que el fascismo todavía existe, grita, patalea y mete miedo.
Esta España democrática nos recordó que somos herederos de una dictadura que no pasa de moda y que, a veces, y cada vez con mayor fuerza, está presente impregnada de suásticas y de banderas anticonstitucionales.
En la ceremonia sin banderas ni alusiones nazis, se reunieron el presidente de la Generalitat, Artur Mas, los dirigentes de la Conferencia Episcopal y los ministros de Justicia y del Interior. La policía vigiló estrechamente el lugar para que no se efectuasen manifestaciones de ningún tipo.
Don Ángelo, del que apenas se publican algunas fotos desde un prisma lejano, fue la hermana de la caridad. El enviado del Vaticano vino a propiciar un entendimiento sui géneris y la concordia iconoclasta de un clero amenazante: “La República había programado el exterminio de la Iglesia católica”. Preciosa frase que promueve la conciliación de quienes intervinieron en la guerra civil.
Sus palabras tuvieron un acento dulce, atractivo, ameno, pletórico de amor a Dios y, de ninguna manera, removió viejos rencores y, mucho menos, contradicciones de la historia católica española.
En la plaza de esa ciudad se movían las sotanas de un lado para otro. El motivo fue canonizar a 522 víctimas de nuestro conflicto bélico. Obviamente, los familiares de estos patriotas por la gracia de Dios fueron todos católicos y habían sido masacrados por las hordas rojas con saña merecida.
Aunque de lejos, era impresionante escuchar el silencio de los miembros de la jerarquía episcopal que, entrelazadas las manos, oraban para que los mártires religiosos recibiesen un apoyo más allá en el cielo donde San Pedro abre puertas y las cierra a su libre albedrío.
Homenaje a unos valientes
Autoridades gubernamentales y curas dejaron bien claro durante su intervención (que fue breve pero sustanciosa) que el acto no tenía ninguna referencia ni matiz político. Simplemente se rendía homenaje, como todos los años, a ese grupo de valientes que se enfrentaron a la locura de quienes defendían su tierra con piedras, palos y garrotes.
El régimen franquista se encargó de “dejar atado y bien atado” todo movimiento nacional socialista como el que aún persiste, como Alianza Nacional y Falange, partidos políticos legales en estos momentos.
Casualmente, los descendientes de miles de trabajadores que murieron en la construcción del Valle de los Caídos carecen de fosa propia. El gobierno neoliberal, y antes el socialista, no han permitido que se recuperen los cadáveres en un acto de salud pública y de igualdad política.
El caudillo, enterrado en una gran fosa admirablemente cuidada por seminaristas y curas, es honrado de vez en cuando por falangistas y demás ralea sin que nadie se oponga.
Resulta vergonzoso saber cómo en Alemania e Italia están prohibidas todas las manifestaciones neofascistas y a sus descendientes se les castiga por el delito de crímenes contra la humanidad.
En múltiples ocasiones se han dirigido cartas exhortando al Tribunal de La Haya y a la Unión Europea a que modifique sus estatutos y sea congruente con el espíritu popular y democrático que impera en el continente. En cambio, son continuos los ataques de organizaciones ultraderechistas como Amanecer Dorado, en Grecia, y empiezan a cobrar más fuerza instituciones políticas como el Frente Nacional, en Francia, y el Tea Party.
En la vida social de la mayoría de las naciones de la Unión Europea subsisten y conviven sin ser molestados instituciones que aportan millones de euros a organizaciones religiosas de cualquier signo, pero se muestran reacias a fortalecer la asistencia pública que necesitan los que se encuentran en el umbral de la pobreza.
El lenguaje de Francisco
Para establecer un mayor equilibrio en las clases sociales hay que tomar en cuenta al papa Francisco que está resultando ser un buen referente para combatir la desigualdad.
Jorge Mario Bergoglio acaba de decir que “la Iglesia es como un hospital de guerra. Primero hay que curar las heridas y luego hablar del resto”. Sostiene que “jamás fui de derechas. El pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios clérigos de despacho”.
Los primeros síntomas de cambios dentro de la estructura eclesiástica empiezan a notarse con esperanza, asombro y cierto temor. ¿Hasta dónde puede el papa enfrentar a miembros de una Iglesia que aún se aferra al prototipo medieval y que ha permanecido al margen de los asuntos políticos y sociales más importantes?
Sin duda, muchos cardenales y arzobispos se sienten atraídos por el novedoso lenguaje de Francisco pero hay otros, un centenar de ellos cuando menos, que están casados con el inmovilismo y las normas ecuménicas de una iglesia adormecida y exigente.
Incluso, algún exjefe de la Iglesia transigió con ciertas dictaduras o, al menos, no las enfrentó en momentos cruciales del reciente pasado.
Este papa utiliza un lenguaje coloquial y al alcance de todos. Los católicos convencidos están de plácemes. Pero existe el peligro de que grupos carpetovetónicos, entre ellos los miembros de la Conferencia Episcopal Española, estén inquietos, nerviosos y molestos.
Si la transición eclesiástica se presentara en estos momentos, produciría un choque alentador y positivo para eliminar el pasado y adecuarse a los reclamos de los fieles responsables y sensatos que se pasean por las curias y los arzobispados de todas las naciones.
Saludable como está, el papa debe vivir mucho tiempo; ha de enfrentar a los que se oponen a los cambios imprescindibles para rescatar a la iglesia del oscurantismo teológico y llevarla a pisos superiores de credibilidad.
Lo que ha dicho hasta ahora el inquilino del trono de San Pedro preconiza una revolución del pensamiento y un mayor contacto con los que menos tienen.
El Vaticano debe realizar reformas que, sin tambalear la fortaleza de la estructura eclesiástica, adopte medidas para recuperar a buen paso un mayor número de feligreses.
Todo indica que a Francisco no le falta valor. Pero, también, es evidente que el extremismo de derecha que habita en la mayor parte de los gobiernos europeos debe crear reglas y conceptos más igualitarios y cercanos a la mayoría de la gente.
Empecemos por desear que el gobierno de España se forme con ministros como Alberto Ruiz Gallardón y Jorge Fernández Díaz.
