ESCENARIO INTERNACIONAL

 

Vigentes, los Sentimientos de la Nación

Guillermo Ordorica

La historia de México tiene momentos cumbre, coyunturas cuya relevancia ha sido definitiva para la vida de la nación porque integran voluntades colectivas, que están en la base del ordenamiento político y del arreglo institucional del país.  En este año que está por concluir, celebramos el doscientos Aniversario de los Sentimientos de la Nación, texto que presentó José María Morelos el 14 de septiembre de 1813 al Congreso de Chilpancingo, también conocido como Congreso de Anáhuac y en el que, adelantándose a su tiempo, el cura de Carácuaro refrendó el derecho de los mexicanos a ejercer su soberanía y libertad.

Los Sentimientos de la Nación son de rico contenido político y ofrecen un primer boceto, conceptual y práctico, del proyecto de país que visualizaban los insurgentes; un proyecto por el que seguimos trabajando, de tal suerte que la igualdad, el ordenamiento republicano, la separación de poderes y las oportunidades para todos sean una realidad. En efecto, a dos siglos de distancia y en condiciones muy diferentes, cuando México se beneficia de una democracia sana y se proyecta con vigor como una de las economías más dinámicas del globo, dicho documento es de insoslayable actualidad y nos recuerda los capítulos de una agenda que aún debemos atender, en particular en materia de combate a la pobreza y para garantizar un sistema eficaz de impartición de justicia.

El valor de la soberanía es piedra angular de los Sentimientos de la Nación, no como abstracción ideológica sino como planteamiento concreto que vincula el legítimo anhelo de bienestar de los mexicanos con el esfuerzo que están obligadas a realizar las autoridades para alcanzarlo. En ese sentido, Morelos postuló que soberanía y desarrollo hacen una mancuerna que, con base en la corresponsabilidad que debe existir entre gobernantes y gobernados, se constituye en plataforma para el progreso y la justicia social. Así se desprende del numeral 12 de los Sentimientos, que señala que las leyes que dicta el Congreso deben ser tales que… “moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto”.

Precisamente, este concepto de soberanía que se asocia al desarrollo es de particular importancia cuando se trata de la política exterior de México, cuya tarea central es posicionar eficazmente el país en la globalización y aportar elementos para la reestructuración de un sistema internacional que ya no es representativo del equilibrio de poderes que imperaba en la Guerra Fría. Es en este contexto de cambio donde el ejercicio de la soberanía adquiere connotaciones prácticas y específicas, que respaldan una narrativa diplomática conceptuosa y original, que no está anclada en dogmas y se ha impuesto la tarea de identificar en el mundo espacios de diálogo político así como nichos de cooperación y complementación que se traduzcan en oportunidades de progreso para el pueblo de México.

Como se sabe, la política exterior es reconocida por su compromiso con las mejores causas de la comunidad internacional. La voz de México en el mundo también se escucha atentamente por su seriedad y congruencia. El prestigio internacional del país no se construyó de un día a otro, se nutre de principios liberales y republicanos, y es un poderoso recurso de apoyo al desarrollo nacional. Por ello, en observancia de ese patrimonio histórico, la diplomacia mexicana está llamada a honrar textos como los Sentimientos de la Nación, que en la orfandad de la tutela bipolar son el más sólido referente para el tránsito soberano de México por los intrincados caminos de un entorno planetario indefinido y transitorio.

El autor es internacionalista.