ECONOMÍA POLÍTICA
Ya hay señales
Magdalena Galindo
El peor efecto contra los trabajadores en los periodos de caída de la actividad económica como el que estamos viviendo está representado por el desempleo, que ha venido incrementándose en los últimos meses.
No obstante, hay otros aspectos de la economía que, aunque parecen alejados de la cotidianeidad de las familias, constituyen graves peligros para la economía y finalmente también terminan por afectar las condiciones de vida de la población.
Tal es el caso del sector financiero en el que se manifiestan tendencias preocupantes, que generan escalofríos, si se recuerda que todas las grandes caídas de la economía de las últimas décadas se han iniciado precisamente en el sector financiero.
La semana pasada la información oficial dio a conocer dos cifras contrastantes. Por un lado, que las utilidades de los bancos establecidos en México, entre enero y septiembre de este año, fue de 75 mil 171 millones de pesos, lo que significa un aumento de 16.37 por ciento respecto del mismo periodo de 2012, es decir 14 veces más de lo que crecerá la economía este año.
Por otro, que la cartera vencida, esto es, los créditos que no han sido pagados por más de 90 días, llegó, también en septiembre, a 97 mil 224 millones de pesos, cifra que significa un aumento de 49 por ciento en comparación con septiembre de 2012.
Los dos datos, las enormes utilidades de los banqueros y el aumento acelerado de la cartera vencida son resultado de una misma estrategia de los bancos, que es el promover fundamentalmente el crédito al consumo. Seguramente, tú, querido lector, como todos, has vivido la verdadera persecución que, por correo, por teléfono, por televisión y por toda clase de publicidad, realizan los bancos para convencernos de aceptar otra tarjeta de crédito o un préstamo de los llamados de nómina. Esa insistencia de los bancos obedece a que es en esos créditos donde aplican una mayor tasa de interés y, en consecuencia, de los que proviene la mayor parte de sus utilidades.
En las condiciones actuales de la economía en que nos dirigimos a una recesión, con el aumento del desempleo y la caída de los salarios reales, la única vía para consumir es usar la tarjeta de crédito o recurrir a otros préstamos. Sin embargo, los que han caído en las redes bancarias muy pronto comprenden que nadie puede cubrir créditos que cobran tasas de interés del 30 y hasta más del 40 por ciento, y terminan por no poder pagar, lo que se refleja en el aumento acelerado de la cartera vencida.
La dimensión de esos créditos morosos es ya tan grande que supera, por ejemplo, en nada menos que 32 mil 017 millones de pesos la existente en 2009, cuando en México se vivían los peores efectos de la crisis financiera de Estados Unidos, de la que todavía no ha podido recuperarse.
Las altas tasas de interés, que se sitúan entre las más altas del mundo, y que desde luego superan a las que cobran los bancos extranjeros que operan en México a las que esos mismos bancos cobran en sus países, consigue proporcionar las cuantiosas utilidades que obtienen los bancos en nuestro país.
No obstante, cuando ese fenómeno se prolonga y se combina con descensos en la actividad económica, termina por crear una situación de insolvencia de los deudores, que puede generar, con el abultamiento de la cartera vencida, una crisis para los propios bancos, y como ya sabemos que, en esos casos, los gobiernos capitalistas salen con todo al salvamento de los bancos —así surgió el Fobaproa, que nos costó más de 80 mil millones de dólares—, hay que preocuparse, porque la codicia puede romper el saco, y ahora las enormes utilidades son de los bancos, pero el saco que se rompa será de todos los mexicanos.