Joaquín Pérez Sánchez
Hay brotes verdes en la economía, aseguran en España, mientras Madrid, su capital, se llena de basura por una huelga. En Francia, la ultraderecha avanza en los sondeos, mientras la mayoría de la población muestra su apatía a los políticos. Italia parece un drama. Europa no encuentra la salida a la crisis y las desigualdades siguen creciendo.
Europa, para bien o para mal, inició en 1999, con la creación de la zona euro, un proceso de integración que privilegió los elementos económicos sobre otros muy importantes tales como la política, la cultura o los aspectos sociales.
Pese a reconocer las diferencias, algunas de ellas abismales, las élites políticas de los Estados que decidieron este camino, fieles representantes de los intereses privados de las grandes empresas industriales y financieras de los países más ricos (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, entre los más importantes) y de sus socios estadounidenses, prefirieron obviarlas en beneficio de maximizar las ganancias y el control.
Ahora, la crisis económica global que se inició en Estados Unidos en 2007, está causando estragos en la zona euro, donde se busca terminar con el llamado Estado de Bienestar que ha hecho famoso el relativo equilibrio social en la mayoría de los países de esta región del mundo.
La seguridad social, la salud, el trabajo, ahora están amenazados cada vez más y la propaganda difunde los “populismos” de izquierda y de derecha, tras los cuales se quiere ocultar el proceso esencial de desmantelamiento. Divide y vencerás sigue siendo la apuesta de los que gobiernan. Así podrás seguir acumulando beneficios y transformando las sociedades europeas en flexibles sectores de mano de obra calificada, pero más barata.
Ganan los dueños en los Estados más industrializados y fuertes, Alemania, principalmente. Los otros los que vienen de la Europa del Este y los más débiles como Grecia, España, Portugal, Irlanda y Chipre, tendrán que aceptar las imposiciones y ser fagocitados por sus aliados poderosos. El modelo ya ha sido probado en América Latina y ahora toca a los europeos aceptarlo.
Sin embargo, a las élites se les olvida que ese mismo modelo reventó en Sudamérica, donde ahora se desarrollan alternativas, unas más exitosas que otras, pero sobre todo procesos que buscan independencia política de los centros de poder hegemónicos.
Pese a la desinformación, la confusión y la propaganda contra los movimientos alternativos, éstos existen y están más activos y lo más importante, no buscan regresar al pasado, sino aprovechar esta crisis para plantear una vía de integración distinta, una refundación europea.