Big Brother insaciable
Guillermo García Oropeza
George Orwell fue un profeta del siglo XX cuyas profecías casi no tardaron en hacerse horrenda realidad. Este revolucionario romántico, decepcionado del estalinismo, escribió algunos de los libros más certeros sobre el deterioro de la moral política en un mundo futuro que él vio con pasmosa claridad. Entre sus profecías está la del Estado espía que a sus súbditos no se les permite la menor privacidad ya que tiene que enterarse de todo y tiene los medios tecnológicos para hacerlo. Un Estado que él llama Big Brother.
En Estados Unidos desde hace décadas se viene denunciando el espionaje estatal o privado al que están sujetos los norteamericanos. Pero esa etapa ha sido superada por un gobierno que se quiere enterar de todo lo que sucede en el mundo. Unos recientes escándalos han sacudido las relaciones de la República Federal Alemana con los norteamericanos cuando se dio la noticia de que no solamente Estados Unidos espiaban a ciudadanos y empresas alemanas sino que ni la misma Ángela Merkel estaba a salvo de que Barack Obama se enterara de lo que ella decía en su celular. Estos excesos yanquis hicieron que Alemania, hasta ahora dócil aliada, se llenara de indignación.
Y es que Estados Unidos parece no tener límite ni llenadero en su manía y vicio de no respetar a los demás, sobre todo cuando los objetivos son el espionaje industrial bajo el pretexto de luchar contra el terrorismo. Un terrorismo que resulta bien útil para justificar cualquier intervención. Pero no sólo las poderosas Alemania o Francia son víctimas del espionaje sino que hasta nuestro pobre país está en la mira de ese Big Brother insaciable.
Desde hace meses sabemos que el gobierno de Enrique Peña Nieto es víctima de la minuciosa vigilancia norteamericana. Y nosotros estamos más fritos, si cabe, que los alemanes porque Estados Unidos nos considera su patio de atrás lleno siempre de amenazas como el narcotráfico o la incontenible invasión de los migrantes. Si bien no creo que nuestra industria, a diferencia de la alemana, valga la pena de ser espiada muchos aspectos de la vida nacional deben atraer su curiosidad.
El presidente Obama ha prometido portarse bien con sus buenos amigos y aliados fieles pero en un lenguaje ambiguo, en el cual no desarma su guerra, o paranoia, contra el terrorismo. O sea que la National Security Agency seguirá con sus infinitos medios pudiéndose meter en la vida de todos. Si a eso añadimos el tradicional espionaje por los medios diplomáticos convencionales o la presencia de la CIA, seguramente infiltrada donde es necesario, resulta que México debe estar absolutamente abierto a las curiosidades norteamericanas.
Nuestro único consuelo es que no somos los únicos y la presidenta brasileña hizo algún gesto de descontento para protestar contra el espionaje de Estados Unidos. Y seguramente los argentinos tampoco están felices sobre todo si el régimen de Cristina Fernández no es del todo agradable a Estados Unidos. Tenemos que resignarnos a que nos espíen los yanquis.