Las vicisitudes de la marca México/II y última
Guillermo García Oropeza
Los mexicanos vivimos un extraño momento, por una parte, se supone que debemos participar en un optimismo entusiasta ante los grandes cambios que se avecinan con las reformas que ahora sí nos llevarán a ser admitidos en el club exclusivo del primer mundo, y por otro lado, vemos a Michoacán como aviso de un malestar que se puede extender por medio país, ese Michoacán que es noticia internacional y que ha dañado, no sabemos hasta qué grado, nuestra imagen ya de por sí golpeada por tantos escándalos.
Y cuando hablamos de extensión, de contagio de ese síndrome Michoacán pensamos sobre todo en ese sur mexicano que está compuesto por Guerrero, Oaxaca y Chiapas, pero también por estados centrales como Hidalgo, Morelos y espero que no haya que añadir al Estado de México.
Y es que, por ejemplo, Guerrero ha sido por muchos años tierra de violencia y hasta insurrección (recordar a Lucio Cabañas y Genaro Vázquez), y Oaxaca es panorama de problemas insolubles por la pobreza y la fragmentación municipal, así como por los gobernadores ineptos ante grupos como los de un magisterio inmanejable.
El sur mexicano era tradicionalmente la parte débil de México antes de que en el norte apareciera la violencia desde Tijuana hasta Tamaulipas para no hablar de Sinaloa y anexas. Es decir que para ser un país a punto de ser potencia y de atraer las grandes inversiones, la situación anda media revuelta y su marca medio abollada.
Lo de Michoacán es según ciertas voces críticas y expertas un problema más complejo de lo que nos harían pensar los optimismos de un gobierno que va a sembrar una fortuna (del orden de cincuenta mil millones de pesos) en rescatar esa tierra tan entrañable para tantos, yo incluido, que visitábamos sus bellezas una y otra vez antes de que fuera capturada por Templarios y similares que llevaron a esa desaparición del poder del estado, a la debilidad y corrupción quizá incurable.
Los Caballeros Templarios serían una organización criminal con rasgos muy diferentes a los de las bandas habituales, incluyendo una peculiar ideología y una presencia descarada, como lo demostró esa fiesta que celebraron hace unos días en la mera Morelia en un espacio público, y la lucha por la Tierra Caliente y su riqueza debe ser ganada a la brevedad por un poder federal que entra al relevo tras el fracaso de los gobiernos locales, lo cual no es lo que se espera de una democracia madura y de un sistema federalista con estados libres y soberanos.
En Michoacán las autodefensas que nunca debieron de existir se supone que ahora reforzarán al poder del virrey enviado desde el centro para arreglar la situación, y que estarán bajo control para acabar con los Templarios, que son muchos, y que otro grupo no entrará para sustituirlos. ¿Será verdad tanta belleza? Esperemos que sí porque si no, la marca del nuevo México de Peña Nieto no será tan glamorosa.