La insaciable sed de ganancias

Magdalena Galindo

La organización no gubernamental OXFAM acaba de publicar datos verdaderamente impactantes sobre la desigualdad social en el mundo. Baste mencionar, por ejemplo, que el 1 por ciento de la población acapara casi la mitad de la riqueza, mientras la otra mitad se reparte entre el 99 por ciento de la población mundial. O dicho de otra manera, la riqueza del 1% más rico de la población mundial asciende a 110 billones (millones de millones) de dólares, una cifra 65 veces mayor que la de la riqueza total que posee la mitad más pobre de la población

Y este otro dato realmente asombroso: la mitad más pobre de la población mundial (es decir alrededor de 3 mil 500 millones de personas) posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.

Estos datos comprueban sin lugar a dudas esa predicción de Marx tan insistentemente rebatida por sus opositores, de que por la esencia explotadora del capitalismo, los ricos serían cada vez más ricos y los pobres acentuarían su pobreza. Que se haya llegado a tales extremos en el mundo es consecuencia desde luego de la gran crisis que se inicia allá por los ya lejanos años setenta del siglo XX, pero no se trata de una catástrofe de la naturaleza, sino de una ofensiva y una estrategia diseñadas por los dueños del capital para recuperar y luego acrecentar su tasa de ganancia a costa de las clases trabajadoras.

La ofensiva ha consistido en todo el mundo, incluido desde luego México, en disminuir los salarios reales, pero sobre todo en eliminar todas las prestaciones, desde la seguridad en el empleo y el reconocimiento de la antigüedad en el trabajo, lo que significa la desaparición de bonos, despensas y demás, hasta el abatimiento de las pensiones, sea por el aumento de la edad de jubilación o por la apropiación de los fondos de pensiones para financiar a los empresarios a través de las Bolsas de valores.

La estrategia, ya se sabe, ha tenido dos líneas que, si bien no son lo mismo, se retroalimentan mutuamente: el neoliberalismo y la globalización. Lo que incluye tanto las políticas de austeridad, es decir de disminución del gasto público en las ramas de servicios sociales, como salud, educación y todas las formas de subsidio al consumo de los trabajadores, así como la privatización de esos mismos servicios sociales. El aumento, en cambio, del gasto público dedicado al salvamento de los capitalistas en problemas, como por ejemplo los rescates bancarios, hasta cantidades nunca vistas en la historia.

Estas estrategias, aplicadas sin compasión, han hecho visible, como nunca antes, que los gobiernos sirven únicamente a la clase dominante. Hoy, la acumulación de capital tiene que recurrir a aumentar la tasa de ganancia por medio del empobrecimiento absoluto de los trabajadores. La sed de ganancias ha sido insaciable y la desigualdad ha llegado a niveles asombrosos e indignantes.