Por la dependencia económica

Magdalena Galindo

Aunque no constituya una sorpresa, no deja de impactar que el producto interno bruto, esto es, el conjunto de la economía mexicana sólo haya crecido 1.1 por ciento.

Cifra muy lejana del 3.5 por ciento anunciado por la administración de Peña Nieto para 2013 en el principio de ese año. Los funcionarios se han apresurado a dar explicaciones y las dos causas coyunturales que han planteado son el retraso en el ejercicio del gasto público, que justifican por el relevo de administración, y el hecho de que la recuperación de la economía estadounidense se haya mostrado más lenta de lo que se esperaba.

Los factores aducidos por los funcionarios influyen de manera determinante en el comportamiento de la economía mexicana. En cuanto al gasto público, porque se trata del mayor dinamizador de la economía, de modo que cuando el gobierno lo utiliza con retraso, la economía tiende a paralizarse. En lo que atañe al comportamiento de nuestro vecino, porque más del 80 por ciento de nuestras exportaciones se dedican a ese mercado: cuando allá hay un lento crecimiento, disminuyen sus compras al exterior, incluido México, y nuestra economía también muestra un menor crecimiento.

Aunque las razones comentadas son ciertas si uno se refiere a 2013 en concreto, la verdad es que no explican porqué nos encontramos en esta situación. Pareciera que la dependencia con respecto a Estados Unidos es un hecho de la naturaleza y que estamos cumpliendo con la fatalidad de nuestro destino.

Lo que ha pasado es que desde el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando se decidió adoptar las políticas neoliberales y orientar toda la economía hacia las exportaciones, la situación es cada vez más grave y difícil de revertir.

Hay que hacer notar dos fenómenos fundamentales. En primer lugar, al mismo tiempo que se ha apostado todo a la inversión extranjera, y ha venido a manos llenas, hoy el grueso de las exportaciones de México es efectuado por esas empresas foráneas, que remiten las utilidades obtenidas aquí hacia sus países de origen, lo que significa una permanente descapitalización de México.

Otro fenómeno es que tanto las empresas extrajeras como las mexicanas basan la competitividad de las mercancías producidas aquí, no en una tecnología de vanguardia, sino en la baratura de la fuerza de trabajo mexicana, que se sitúa entre las más baratas del mundo.

Esa baratura quiere decir que se tienen que castigar los salarios. Si los salarios no sólo se estancan, sino que disminuyen cada año, es ineludible que los trabajadores reduzcan su consumo y eso significa el estrangulamiento del mercado interno. Y esa contracción del mercado determina que no se pueda dinamizar la economía a partir de nuestras propias fuerzas, sino que dependamos del comportamiento de la economía estadounidense. Lo peor es que con las nuevas reformas se sigue ahondando en la misma línea y la economía presenta cada vez problemas más graves y difíciles de revertir.