BELLAS ARTES
Medalla Bellas Artes, entre otros merecidos reconocimientos
Mario Saavedra
Una de las trayectorias más significativas de nuestro medio operístico, con un instrumento privilegiado que lo llevó a destacar de igual modo en otras importantes casas de ópera del extranjero, el barítono-bajo chihuahuense Roberto Bañuelas supo reconocer sus facultades innatas y llevarlas al nivel de excelencia que exigen esos grandes circuitos del belcanto. Artista de talentos varios, no sólo se ha limitado al terreno de la música en el que ha brillado por su formación panorámica y una lúcida comprensión de los muchos conocimientos que en ese inagotable universo debe abarcar un cantante de sus dimensiones, sino que además ha cubierto otros muchos saberes que lo describen como un auténtico humanista de nuestro tiempo.
Desde su debut en Bellas Artes en 1958, en una celebrada producción de La Bohemia que acompañó otras magníficas puestas de algunos títulos más del en ese año conmemorado Giacomo Puccini, este espléndido artista reveló dotes tan singulares como atípicas. Elemento destacado dentro un montaje memorable en manos de nuestro inolvidable pucciniano por excelencia Carlos Díaz Du-Pond, contó con la enfática intervención de un joven barítono-bajo que estaba destinado a hacer una muy brillante carrera. Y quizá no esté de más decir que este discípulo sobresaliente de Ángel Esquivel salió a la luz profesional en una época en que nuestro máximo espacio de las artes escénicas recogía a lo más granado del belcanto mundial, llegando a ser incluso trampolín de otras grandes leyendas de la constelación operística, a la altura de la Metropolitan Opera House de Nueva York, la Staat Oper de Viena, la Scalla de Milán, el Coven Garden de Londres o el Colón de Buenos Aires.
Después de consolidarse en México como una de nuestras más completas y estables voces en su tesitura, Bañuelas se aventuraría con éxito a conquistar los espacios de mayor tradición de la lírica europea —sobre todo en Alemania—, entre otros, Berlín, Hamburgo, Munich. Cantante que en su magnifica carrera ha cubierto un vasto y nutrido repertorio, de la mano de su talento y su solvente formación ha dejado una huella imperecedera en los robustos y siempre competidos acervos alemán, francés e italiano, en tan diversas como definidas líneas de canto en las cuales sus formidables dotes tanto vocales como interpretativas han hecho escuela. Por el color de su timbre, por la extensión de su voz, por su capacidad interpretativa, por su depurada técnica y por su exquisita musicalidad, entre otros muchos méritos artísticos, ha podido de igual modo consentir otras no menos demandadas especialidades del canto, como el lied o el oratorio. Por cuanto hablamos de un artista cuya vena creativa se ha extendido con similares talento y fortuna a las áreas de la composición, la docencia, la escritura literaria y la plástica, el maestro Bañuelas ha dignificado y enriquecido la gloriosa nómina de los Titta Ruffo, los Ettore Bastianini, los Leonard Warren, los Tito Gobbi, los Giuseppe Taddei, los Robert Merril, los Rolando Panerai, los Dietrich Fischer-Dieskau, los Piero Cappuccilli, los Hermann Prey, entre otras grandes barítonos de la historia.
Notable en los roles estelares para barítono y barítono-bajo de clásicos del repertorio operístico como Las bodas de Fígaro y La flauta mágica de Mozart, o Lucia de Lammermmor de Donizetti, o El Barbero de Sevilla de Rossini, o La Traviata y Un baile de máscaras y Otello y Don Carlo de Verdi, o Payasos de Leoncavallo, o Tosca y La Bohemia de Puccini, o Andrea Chenier de Umberto Giordano, o Fidelio de Beethoven, entre otros muchos papeles con los cuales triunfó en México y en el extranjero, Bañuelas accedió al mucho más selecto mundo de la discografía operística… Y para prueba, un botón, como lo constata su destacada participación en la celebérrima grabación, de 1976, de Los Maestros Cantores de Nuremberg de Wagner, bajo la dirección musical del egregio Eugen Jochum al frente de la Orquesta de la Ópera Alemana de Berlín, para el prestigiado sello Deutsche Grammophon, compartiendo créditos con Dietrich Fischer-Dieskau, Christa Ludwig y Plácido Domingo.
Un bastante representativo y fiel registro de este exitoso andar discográfico es, por ejemplo, el tercer volumen de la Colección “Grandes voces de la ópera en México”, auspiciado por la Coordinación de Extensión Universitaria de la UAM-Unidad Xochimilco. Proyecto musical de incalculables repercusiones promovido el sabio contratenor Héctor Sosa, en cuanto consigna algunas de las más notables actuaciones de nuestras grandes leyendas belcantísticas, aquí se reproducen varias de las muchas inolvidables interpretaciones de una de las voces que han protagonizado momentos de esplendor en nuestro quehacer operístico nacional. Este formidable y evocador recuento incluye algunos de los más importantes duetos y aires concebidos para barítono y barítono-bajo, que en la dotada interpretación de Roberto Bañuelas coinciden además con algunos de los momentos estelares de nuestro quehacer belcantístico, en tres diferentes décadas: los sesenta, setenta y ochenta. Evidencia incuestionable del talento interpretativo de una de nuestras máximas glorias vocales, los dos discos que conforman este volumen de la citada colección reviven, para la eternidad, algunos de los pasajes más brillantes —paradigmáticos de la tesitura, solo o a dúo— de célebres actuaciones de Bañuelas en producciones nacionales de las óperas Las bodas de Fígaro y La flauta mágica, de Mozart; de Fidelio, de Beethoven; de Lucia de Lammermoor y La Favorita, de Donizetti; de Falstaff, Otelo, Rigoletto, La traviata, Aída y Don Carlo, de Verdi; de Payasos, de Leoncavallo; de Fausto, de Gounod; de Andrea Chenier, de Giordano; de Tosca, de Puccini; de El Prisionero, de Dallapicolla, en la producción de estreno de esta obra en México. Quien compartió escenario, dentro y fuera del país, con algunas otras leyendas belcantísticas del siglo XX, bajo la batuta y la dirección escénica de otras grandes personalidades del mundo de la ópera, varias de las actuaciones aquí consignadas contaron con otros nombres de invaluable recuerdo, tanto para quienes tuvieron oportunidad de presenciar algunas de estas memorables funciones como para quienes con ellas se puedan formar una idea de los que fueron años gloriosos de la actividad operística en México.
Hombre culto, de enorme valía será para las nuevas generaciones de cantantes, y en general para quienes desde fuera gustamos de este gran espectáculo sin límites que es el arte lírico, su libro de memorias que sabemos prepara, a manera de reconstrucción de las muchas experiencias vividas en primera persona, en carne propia, por una de nuestras figuras más distinguidas del quehacer belcantístico, como complemento de su libro —éste mucho más teórico y técnico— de lecciones sobre el complejo y maravilloso arte del canto a estos niveles de excelencia.
Medalla de Bellas Artes, y objeto de otros varios homenajes, es la siembra justa de quien mucho ha cosechado… ¡Enhorabuena!
