México, ¿somos de Occidente?/I-II
Guillermo García Oropeza
Deprimido por las noticias de nuestro país, que va como esta columna, Cuesta Abajo en su rodada, me refugio muchas veces en las internacionales que quizá no sean mejores, pero que me duelen menos y donde además hay grandes hallazgos, como todo este asunto de Ucrania-Crimea y anexas, donde el malvado zar Vladimir y patriarca que lo acompaña se enfrenta al Santo Occidente democrático y capitalista, por el dominio de esa Ucrania que por tantos años fue rusa y soviética pero que, ahora, descubrimos que es tan europea y occidental como Holanda o el Reino Unido.
Hasta hoy parece que el zar Vladimir va ganando la partida y ya el este ucraniano votó mayoritariamente por regresar a la Madre Rusia y a la dulce lengua de Pushkin y de Chéjov. Claro que los de Occidente, es decir Washington y los protectorados europeos, están muy enojados y amenazan con castigar a Rusia con terribles sanciones, aunque no parece que nadie ni en Nueva York, París o Berlín esté dispuesto a morir por Kiev.
Si estuviéramos en los tiempos de la guerra fría hablaríamos del enfrentamiento del mundo libre, cristiano, democrático y, bueno, capitalista en contra del comunismo soviético, ateo y pecador. Lo curioso es que la Rusia actual es de lo más cristiana, aunque, claro, ortodoxa, y Putin fue electo democráticamente y el sistema que lo sustenta es capitalista (un poco a la mexicana, donde empresas estatales crearon la nueva oligarquía) y, es más, la Rusia de Putin es mucho más conservadora, por ejemplo, en lo que respecta al sexo, que el decadente Occidente, donde ya no hay sólo dos sexos como antes sino algo así como una media docena, y donde la droga está por todos lados.
Un Occidente que para acabarla va mal económicamente, y tanto España, como Portugal, Italia, Grecia y si me apuran también Francia están enfermitos de su economía mientras Rusia y socios del BRIC van viento en popa y este mes, según ciertas noticias internacionales, China ya le dijo a Estados Unidos “quítate que ai voy”, y esa misma China se lanza a construir grandes ferrocarriles en África, ese mercado del futuro, mientras Rusia se acerca a la América Latina donde Washington todavía no puede acabar con la revolución bolivariana, como tampoco pudo acabar con la cubana.
Europa contempla lo de Ucrania con un verdadero malestar, después de todo a nadie allí le conviene pelearse con una Rusia con la que tanta historia se ha compartido y todo para apoyar una hegemonía yanqui que se va contrayendo, y así doña Ángela Merkel, nacida en Alemania del Este y que allí tuvo su primera educación política y que domina el ruso, no debe estar muy convencida de poner en peligro ese gran mercado ruso, cliente y proveedor y natural espacio de expansión económica para la diminuta locomotora de Europa, siempre tentada por la aventura del Este.
El mundo está cambiando con una velocidad alarmante, y ¿México ya se dio cuenta de que un nuevo mundo requiere una nueva política exterior? A ello volveremos.