Luis Mesa Delmonte
Según estimados recientes de la CIA y de las Naciones Unidas, entre 12 y 15 mil combatientes procedentes de más de 80 países, se han incorporado a las filas del Estado Islámico, también conocido en los medios políticos y de prensa internacionales como ISIS, ISIL o Da’esh. Ello no solo refuerza la capacidad combativa de esta organización extremista, sino que al mismo tiempo incrementa las preocupaciones de seguridad nacional en muchos de los países de los cuales son originarios.
¿Quiénes son los yihadistas?
Generalmente son calificados de yihadistas, por llevar adelante su esfuerzo de lucha, inspirados en los preceptos de la yihad contra otros que consideran no musulmanes, y en el enfrentamiento a Occidente; aunque realmente, el término de la yihad es filosóficamente mucho más complejo que su simple entendimiento como “guerra santa”, como se hace en este contexto de conflicto.
El mayor número de yihadistas proceden de Túnez, Arabia Saudita, Jordania, Marruecos, Líbano, Turquía y otros países de la región, a los que se les unen otros muchos combatientes originarios, por ejemplo, de Rusia, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Bélgica, Australia y Estados Unidos.
Según un estudio del The Soufan Group de Nueva York, gran parte de los 3 mil individuos que proceden de países occidentales, son jóvenes, musulmanes de segunda y tercera generación de migrantes, con un relativamente bajo nivel de conocimiento del Islam y escaso entrenamiento militar. Ante esta realidad, se hace atractivo seguir estudiando las motivaciones más diversas y profundas que llevan a estos jóvenes a unirse a la campaña militar del Estado Islámico. Seguramente podrán identificarse problemas de índole socioeconómica, de identidad, aislamiento, rechazo social, racismo, e islamofobia, junto a otras explicaciones de carácter psicológico individual y social, así como la convicción de tener el deber de cumplir con el mensaje profético para la instauración de un proyecto de poder islamista, a semejanza del ya proclamado Califato.
El reto de occidente
Para los servicios de inteligencia occidentales se presenta un nuevo reto: la radicalización ideológica y las potenciales acciones violentas que tales individuos podrían cometer a su regreso. Frente a ello, no solo se establecen políticas de mayor vigilancia, se opta por la retención y cancelación de pasaportes, y se tratan de evitar nuevos reclutamientos, sino que también se comienzan a diseñar nuevas estrategias y programas para lograr la “desradicalización”,”rehabilitación” y “reintegración” de muchos de estos individuos a sus respectivas sociedades.