“Los mexicanos no quieren más violencia, sino al contrario,

están demandando un cambio radical a través de vías pacíficas”

 

 

 

Crisis económica, política y social

Magdalena Galindo

Desde hace más de un año he señalado en estas páginas y en diversas conferencias, que si bien nada permitía avizorar el estallido de una revolución, en tanto en el panorama político no se observaba a los protagonistas organizados de un movimiento de esa naturaleza, en el hipotético caso de que hubiera una revolución, los futuros historiadores no tendrían dificultad para explicar las causas, ya que el país estaba viviendo de manera simultánea una crisis política, una crisis económica y una crisis social. En estos días, después de los terribles crímenes de Ayotzinapa, y de la ira que experimenta y demuestra con sus movilizaciones la sociedad mexicana, es indudable que tanto en el terreno social como en el político las crisis se han agravado. Ciertamente, por sus declaraciones, por su comportamiento en las manifestaciones que se han extendido por todo el país, es evidente que los mexicanos no quieren más violencia, sino al contrario, están demandando un cambio radical a través de vías pacíficas, pero también es claro que si el gobierno optara por la vía de reprimir por la fuerza la protesta social, estaría colocando la nación ante el peligro de encender una guerra civil.

Y hay que señalar que también la crisis económica presenta síntomas de agravamiento, pues hay señales de que la economía mundial se mueve más lentamente y, en algunos casos, como el de Japón, se ha entrado en plena recesión, es decir que el producto interno bruto disminuye en vez de crecer, mientras en otros como el de China, el ritmo ha bajado y en Estados Unidos francamente se acerca al estancamiento, hecho que nos afecta fuertemente, pues ya se sabe que alrededor del 80 por ciento de nuestras exportaciones se dirige hacia el vecino del norte.

Además del ritmo lento de la economía internacional, para México la baja del precio del petróleo tiene enormes consecuencias y el panorama se asemeja cada vez más al que vivimos durante el sexenio de Miguel de la Madrid, que ha sido la peor caída de las últimas décadas. En lo que va del año, la mezcla mexicana de petróleo ha bajado un 23. 03 por ciento, o lo que es lo mismo 21.35 dólares por barril, pues este 14 de noviembre se cotizó a 71.16 dólares. La junta de gobierno del Banco de México advirtió la semana pasada que hay que tomar medidas precautorias porque esta baja es “una fuente de fragilidad” para la economía mexicana, en particular para las finanzas públicas y para la balanza de pagos. A lo que se refiere el Banco de México es, como ya se sabe, a que las ventas de petróleo financian la tercera parte del gasto gubernamental que se verá mermado con la baja de su precio, y a que también las ventas de petróleo sirven para obtener las divisas que necesita el país para cubrir parte de las exportaciones y parte de los pagos al exterior por el servicio de la deuda y por la remisión de utilidades de las empresas extranjeras establecidas en México, funciones que también están siendo afectadas por la baja.

Aunque Pemex ha intentado protegerse a través de la operación en el mercado de derivados que le garanticen ventas a un precio de 79 dólares por barril y de la petición al Fondo Monetario Internacional de la renovación de la línea de crédito flexible por 73 mil millones de dólares. De cualquier manera, ya desde ahora Hacienda hará uso del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios para solventar la diferencia en el precio que no está cubierta por las operaciones en el mercado de derivados,

En resumen, lo que se mira en el futuro inmediato es que la caída en el precio del petróleo disminuye la capacidad de financiar el gasto gubernamental y que el Estado aumentará la deuda pública, y con ello el monto de los intereses y amortizaciones que tendremos que pagar. Hecho que se verá agravado con la aplicación de la reforma energética, en la que van a toda prisa, por ejemplo con los contratos con empresas chinas firmados la semana pasada.

En realidad, México está viviendo la situación más peligrosa en varias décadas con el notable agravamiento de las crisis económica, política y social.